90. El profesor (Jerónimo Hernández de Castro)
Si el director no me hubiera amenazado ahora estaría lejos del aula. Puedo oír perfectamente los gritos de siempre al otro lado de la puerta, los golpes contra los pupitres y algún amago de gemido. No tengo más remedio que entrar o perderé otra vez mi empleo.
He tratado de explicarle en vano mi problema, mi propensión a los círculos viciosos. No quiero ser mal ejemplo para nadie y me siento incapaz de impartir ese punto del programa. Estoy ansioso y preocupado. Si lo hago de manera incorrecta no habré cumplido mi deber. Si soy eficaz, con suerte lo olvidarán como otros aspectos de la morfología y la sintaxis que, modestia aparte, ahora dominan. Es posible que suceda lo peor y se internen en uno de los bucles que frecuento, o descubran cómo habito en una locura de alternativas cada vez más incapacitante.
Debo decidirme de inmediato. Si huyo tampoco me sentiré bien. Si no les explico las oraciones condicionales nadie lo hará este curso, pero de hacerlo tan bien como hasta hoy, quizá les contagie mi neurosis.
Veo un relato muy sólido y coherente con la temática del mes. Con lo del profe, sus oraciones condicionales, sus dudas y callejones sin salida, acabo en un puro agobio. Es lo que pasa cuando explicamos un problema pero no su solución: nos hacemos rehén del mismo.
Muchas gracias José Ignacio. El principal laberinto es muchas veces el de nuestro mundo interior. Un abrazo
Buen ejemplo de las contradicciones de una persona reflexiva, (no sabemos si demasiado reflexiva)
Me gusta mucho!
Mi experiencia como docente me acerca al tema y me veo reflejada en ese mundo de deberes sin sentido y de obligaciones inútiles.
Lo de la neurosis no sé si es enfermedad mental o una forma de hablar, en cualquier caso hablamos de contradicciones…
Buena excusa la de las oraciones condicionales como metáfora de las opciones que plantea la vida en general.
Enhorabuena!
Un abrazo, Jerónimo!
Gracias Caracola! Me alegra mucho que te haya gustado. Yo admiro mucho a los docentes porque, aunque parezca que es en saco roto, sembráis mucho de lo bueno que se ve después. Un abrazo
Jerónimo, cuantos condicionantes nos apartan de la normalidad; nos los has mostrado aquí, con agobio de dudas y reflexiones. Suerte y saludos
Muchas gracias Calamanda. Me alegra mucho haberte «agobiado» y haber transmitido esa imagen de incertidumbre. Un abrazo fuerte
Se puede decir que el protagonista del relato sufre un caso de deformación profesional llevada al extremo, al haber convertido su noble oficio, que sin duda ama y desea ejecutar de forma perfecta, en una obsesión de la que no puede salir. Lo mejor es que, por encima de todo es buena persona y tiene dudas razonables de enseñar esas condicionales a sus alumnos, para no contagiarles con el mismo mal.
Suerte y un saludo.
Gracias Ángel. Siempre amable y agudo en tus comentarios. El deber y las carencias para cumplirlo son los dos aspectos que quería recoger. Un fuerte abrazo
Realidad bañada en «tiza». Un maestro tiene que estar ahí aunque duela… Que dificil con la nueva generación. No obstante tu relato es un claro reflejo de lo que hay… Y lo cuentas… Lo sentimos, muy bien Suerte, un abrazo.
Me encanta la relación con la tiza! Gracias Belén por leerme. Me alegra mucho que te haya llegado. Un beso
Pues tu relato se resume a la perfección en esa última palabra. Lo vas dejando todo por el camino y luego lo recoges ahí y plantas un relato que puede aspirar a lo que quiera. Mucha suerte 🙂
Juan Antonio! Tan amable como siempre. Gracias por tu comentario. No me había percatado de la «siembra» que tú has visto. Un fuerte abrazo