58. El tren de las oportunidades perdidas
La estación hierve de actividad. Es hora punta y decenas de viajeros corren por el andén. Las consignas bullen como un enjambre. Ajenos al alboroto que los rodea, enfrascados en sus propios pensamientos, dos jóvenes ─diabluras del destino─ cruzan de repente la mirada. Él, mochila a la espalda y libro en las manos. Ella, parada entre la gente con aire despistado. El tiempo se detiene. En los ojos de él, presiente ella la luz de una aventura. En los de ella, él adivina oasis de calma. Sonríen al unísono y una promesa tiembla en el aire. Pero el hechizo se rompe apenas nacido. La llegada del tren los trae de vuelta al presente, a los horarios, los compromisos y las citas. Él sube a su vagón con un suspiro. Ella duda un segundo, comprueba la hora en su reloj, no se mueve. Esos ojos… ¡ay, esos ojos! Sacude al fin la cabeza con gesto de extrañeza, agarra sin ganas su maleta y, tras un último vistazo por encima del hombro, se dirige a la salida. En su mente, el eco silencioso de una despedida, de un encuentro inexistente, de lo que pudo haber sido… De lo que nunca será.
Siempre se dice que no hay que perder un tren, porque es posible que no vuelva a pasar. Nunca debería quedarnos la sensación de pensar en lo que no fue pero pudo haber sido. Cuando se produce algún tipo de complicidad no suele ser casualidad, sino que tiene fundamento.
Un relato que desde el título ya advierte de la conveniencia de no dejar pasar ningún tren.
Un abrazo y suerte, Marta
Cierto. Pensar en lo que pudo haber sido a veces resulta tremendamente doloroso, ¿verdad?. Muchísimas gracias, Ángel.
Oh, Marta, ¿no podrías hacer que se volvieran a encontrar en otro micro?
En tu micro quedan muy bien reflejados esos cruces de miradas que podrían ser una promesa pero que las circunstancias no dejan florecer. Cuántas oportunidades perdidas…
Un abrazo y suerte.
Un beso, Rosalía. Muchísimas gracias. Buena idea para otro micro, efectivamente 😉
¿Cuantas miradas de esas hemos perdido en alguna ocasión? Un micro lleno de deseos incumplidos, pero como decían mis hijos de adolescentes para conformarse, “hay muchos peces en el mar”.
Transmites muy bien el bullicio de una estación, para aislar el momento de los dos jóvenes atrayéndose. Me gusta.
Muchísimas gracias, Rosa. Me alegra un montón que te haya gustado.