El discurso
Podría decirse que el discurso es la forma final, el envase que elegimos en un contexto determinado para hacer llegar nuestro mensaje al lector. Todo texto exige un avance, por ello el discurso debe mantener el interés desde la primera línea hasta la última. El lector debe ser agarrado por las solapas ya en la primera frase, guiado a lo largo de los párrafos y motivado con frases sugerentes para que su deseo sea continuar. Es imprescindible, por tanto, que al revisar nos demos cuenta de si el discurso ha perdido interés en algún momento. Si así fuera, deberemos plantearnos la posibilidad de enfocarlo desde otro punto de vista, eliminar algún ingrediente que distraiga su atención o añadir algún dato o nexo que le empuje de nuevo al eje central que habíamos pensado.
El discurso ha de ser comprensible, pues forma parte de un acto de comunicación. Nuestro lector tiene una gran capacidad de análisis y entendimiento, pero no es adivino. Esto nos permite un juego que nos abrirá puertas a múltiples posibilidades, pero nos pondrá también un freno. Hay que evitar el caos: que nuestro lector no termine con tortícolis. No vale, pues, el desorden, entendido en este caso como una forma de distraer al lector. Utilizaremos para ello todas las herramientas de que disponemos: la forma de expresión, la coherencia, la visibilidad, una atractiva presentación del contenido… O nuestro amigo invisible huirá despavorido.
Como dijo Gabriel García Márquez en una entrevista en la que se desentrañaban las claves de su particular manera de escribir:
«La escritura de ficción es un acto hipnótico. Uno trata de hipnotizar al lector para que no piense sino en el cuento que tú le estas contando y eso requiere una enorme cantidad de clavos, tornillos y bisagras para que no despierte. Eso es lo que llamo la carpintería, es decir, es la técnica de contar, la técnica de escribir o la técnica de hacer una película. Una cosa es la inspiración, otra cosa es el argumento, pero cómo contar ese argumento y convertirlo en una verdad literaria que realmente atrape al lector, eso sin la carpintería no se puede».
Hay varios tipos de discurso, si bien es bastante habitual mezclar elementos de unos con otros. El que a nosotros nos interesa y sobre el que trataremos aquí es el narrativo o típico del relato (ya sabéis: planteamiento, nudo, desenlace) que mantiene la intriga y al lector pendiente de la trama. Otros serían el expositivo, dirigido a explicar una cuestión o aclararla (lo que interesa es el contenido); el poético (donde brilla el alma del autor); el argumentativo (su objetivo es convencer, persuadir de algo); el publicitario (vender un producto, sin escrúpulos, encubriendo muchos datos que conviene que el cliente no conozca). Sin olvidarnos del discurso político, que viene a ser como un envoltorio vacío.
Os dejo con este texto de Julio Cortázar, que combina el discurso narrativo y el expositivo.
INSTRUCCIONES PARA SUBIR UNA ESCALERA
Nadie habrá dejado de observar que con frecuencia el suelo se pliega de manera tal que una parte sube en ángulo recto con el plano del suelo, y luego la parte siguiente se coloca paralela a este plano, para dar paso a una nueva perpendicular, conducta que se repite en espiral o en línea quebrada hasta alturas sumamente variables. Agachándose y poniendo la mano izquierda en una de las partes verticales, y la derecha en la horizontal correspondiente, se está en posesión momentánea de un peldaño o escalón. Cada uno de estos peldaños, formados como se ve por dos elementos, se sitúa un tanto más arriba y adelante que el anterior, principio que da sentido a la escalera, ya que cualquiera otra combinación producirá formas quizá más bellas o pintorescas, pero incapaces de trasladar de una planta baja a un primer piso.Las escaleras se suben de frente, pues hacia atrás o de costado resultan particularmente incómodas. La actitud natural consiste en mantenerse de pie, los brazos colgando sin esfuerzo, la cabeza erguida aunque no tanto que los ojos dejen de ver los peldaños inmediatamente superiores al que se pisa, y respirando lenta y regularmente. Para subir una escalera se comienza por levantar esa parte del cuerpo situada a la derecha abajo, envuelta casi siempre en cuero o gamuza, y que salvo excepciones cabe exactamente en el escalón. Puesta en el primer peldaño dicha parte, que para abreviar llamaremos pie, se recoge la parte equivalente de la izquierda (también llamada pie, pero que no ha de confundirse con el pie antes citado), y llevándola a la altura del pie, se le hace seguir hasta colocarla en el segundo peldaño, con lo cual en éste descansará el pie, y en el primero descansará el pie. (Los primeros peldaños son siempre los más difíciles, hasta adquirir la coordinación necesaria. La coincidencia de nombre entre el pie y el pie hace difícil la explicación. Cuídese especialmente de no levantar al mismo tiempo el pie y el pie). Llegado en esta forma al segundo peldaño, basta repetir alternadamente los movimientos hasta encontrarse con el final de la escalera. Se sale de ella fácilmente, con un ligero golpe de talón que la fija en su sitio, del que no se moverá hasta el momento del descenso. |
Gracias Susana, me encanta el Dina-Mel que me has dedicado, es una pocholada. La lista de mis cuentos entcianos, el tornillo que se me ha caído y la sombra de la «dragona», gracias, me ha emocionado.
Qué creativa y qué buena gente eres, Susana; no me extraña que se emocione Mel. Una ricura de Dinosauria, rubia además igualita, igualita a Mel.
Sin olvidar la clase de literatura,muy interesante, gracias profe.
¡Anda! Jo,jo,jo ¡Que Dina-Mel tan guapa! ¿Y yo por qué no había visto esta entrada que es anterior al microrrelato I ?? Que despiste…pero me parece que no he sido la única ¿quizá pensé que era un micro? De cualquier modo, voy a intentar aplicar esta lección al relato que estoy pariendo, a ver si soy capaz de hacer un buen discurso y mantener el interés del lector…aunque no sé a veces me pierde la indiscreción cuando intento dejar entrever…
Lo que no sabía tampoco es que a Mel se le hubiera caído un tornillo. Pero no está mal saberlo, juas,juas. Gracias, de nuevo, por tu decdicación.
Ay Susana ahora que he descubierto este apartado no voy a querer salir de aquí. La historia de una escalera es mi relato fetiche, me impacto tanto cuando lo leí (hace más de 30 años), que pienso muchos días en él.
Y tus dinos de plastilina son lo más.
Gracias, en serio por tu dedicación.