Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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91. Érase una vez

Cuando empecé a escribir, yo era un oso pequeño, casi de peluche, que inventaba historias de dragones y princesas, que asesinaba lobos en algún bosque tenebroso y comía perdices, contagiado por la felicidad de los protagonistas, para celebrar un final satisfactorio. Al alcanzar la adolescencia, sentí la necesidad de salvar el mundo. Fui un perro callejero que hacía poesía para reivindicar la paz y encadenar amores. Dependía del cánnabis y el alcohol, me alimentaba de emblemas y consignas y nunca fui capaz de mejorar nada, ni siquiera a mí. Autodestruido y famélico, aproveché mi cercanía al infierno para convertirme en un lagarto. Desde aquel suelo caliente, observé la deriva de las cosas, el devenir de los planetas, la inteligencia furtiva del amor. Concebí así, desde mi pedernal atávico, cuentos desquiciados que reptaban entre la yerba marchita, que cambiaban de camisa y se amamantaban con la proteína que ofrecían los insectos. Fue aquel un tiempo placentero en el que aprendí a vivir con los pies en el barro y la cabeza siempre dando vueltas. Ahora, cansado y algo viejo, asumo esta última metamorfosis. La placidez ficticia de planear entre corrientes, de afinar la vista para encontrar, antes que otros, la carroña.

8 Responses

  1. Rosalía Guerrero

    Ay, Juancho, cuando tu protagonista se ha convertido en lagarto ya no he tenido dudas de quién era el autor.
    Es chulo pensar que, igual que tenemos un cerebro reptil y otro mamífero, también podemos pasar por esas fases a lo largo de ja vida.
    Y el final, demoledor.
    Un abrazo y suerte.

    1. Juancho

      Hooola, Rosalía, muchas gracias por la lectura y por comentar. Jajaja… sí, siento mi egocentrismo, pero es verdad que en cuanto puedo meter un lagarto en un relato tiro palante!
      Creo que como homo sapiens que soy, o eso creo al menos, soy tan animal como el que más, y que a lo largo de la vida, se van desarrollando factores que nos acercan más a una especie o a otra. Y el final, pues es una metáfora, acertada o no, pero una metáfora.
      Un abrazo grande!!!

  2. Ángel Saiz Mora

    Las características de muchos animales son extrapolables a nosotros. Como todo está en perpetuo cambio, no siempre somos el mismo individuo, ni actuamos de igual manera.
    Una síntesis de la vida de un creador lleno de imaginación, con un final en el que la poética termina, o se rebaja de manera considerable, porque los años nunca perdonan.
    Un abrazo y suerte, Juancho

    1. Juancho

      Muchas gracias, Ángel!!! Como ya he dicho en el comentario de Rosalía, me considero tan animal como el que más, y creo que a medida que maduramos, o no, desarrollamos cualidades que nos acercan a unos o a otros y que nos hacen crecer de una u otra manera.
      Un abrazo grande!!

  3. Rosa Gomez Gómez

    Una biografía metafórica de su autor? La biografía de un protagonista ficticio?
    El caso es que resulta interesante la asunción de distintas personalidades animales para desarrollar la evolución de este autor. El final con la carroña, inquietante.

    1. Juancho

      Hoola, Rosa, muchas gracias por la lectura y por el comentario. Creo que cuando escribimos siempre ponemos algo de nosotros. La verdad es que me gusta mucho escribir en primera persona, y aunque eso no quiera decir que todo lo que escribo se refiera a mí by, sí es verdad que en mayor o menor medida siempre estoy ahí. Creo que tanto como personas o como escritores no dejamos de cambiar. No somos los mismos que a los dieciocho años, o a los treinta o a los cincuenta… ni tampoco escribimos igual. El final, una metáfora.
      Un abrazo grande!!!

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