ESCRIBIR
ESCRIBIR
Lo que me gusta es escribir y cuando termino, es como cuando uno se va dejando resbalar de lado después del goce, viene el sueño y al otro día ya hay cosas que te golpean en la ventana, escribir es eso, abrirles los postigos y que entren.
Julio Cortázar
Esta semana vamos a hablar sobre qué significa escribir para nosotros. Para ello he escogido esta conversación del maestro Cortázar en la que define la necesidad de contar. Dicen que el escritor es curioso por naturaleza, que es un gran observador de la vida. Por eso, lo que sucede tras la ventana nos urge a que pongamos en palabras la impronta que ha dejado en nuestra imaginación.
¿Por qué escribo? ¿sobre qué temas me gusta incidir? ¿prefiero hablar sobre sucesos externos o me fijo más en mis propias emociones? Esas y tantas otras cuestiones que nos preguntamos a menudo son esta semana el tema a debatir.
Pues para abrir brecha, para mí escribir es comunicar. Una noticia que he escuchado, algo que me ha llamado la atención y me he dicho: esto lo tengo que recrear. También una emoción: ante el silencio de la nieve, la belleza del otoño, la tristeza de la muerte…buscar palabras que expresen ese sentimiento como si fuesen paletadas de color en un cuadro impresionista, pero siempre algo mínimo. No soy capaz de escribir textos largos ¡ojalá! Cada uno debe elegir su camino y el mío es el de las pequeñas cosas, a veces desde el humor y la ironía, otras intentando darle un tono más lírico. Escribir es jugar con las palabras.
La mayoría de las veces me ocurre justo lo contrario. Para mí, escuchar una frase muy tonta a una vieja en la tienda es lo que me arranca a buscarle otro acomodo muy lejos de ese sitio. O esos concursos con frase de inicio, que te hacen dar un giro a la cabeza. Yo si me pongo a pensar en la caída de la hoja en otoño o en qué bonito es el amor, me bloqueo.
«Contar y escuchar historias no es un capricho, ni una sofisticación intelectual; es un rasgo universal de la condición humana, que está en todas las sociedades y arranca en la primera edad de vida.» Antonio Muñoz Molina.
Escribir puede ser liberador al plasmar sentimientos reprimidos. Vuelvo a citar la frase tan famosa de Simone de Beauvoir «Les gens heureux n’ont pas d’histoire», «La gente feliz no tiene historia» o por lo menos historia que enganche. Esta frase fue en su momento muy debatida en este blog. Yo desde luego estoy de acuerdo con ella.
¿Por qué escribo? Supongo que por varios motivos, muchos de ellos ya los habéis citado. Es liberador dar rienda suelta a las emociones. Imaginar cómo hubieran sido las cosas si hubiese ocurrido esto o lo otro. Por diversión y reto mental cuando tienes que usar frases o palabras concretas, los binomios fantásticos etc.
¿Qué temas? Humor, buscarle la comicidad a situaciones que en realidad no la tienen. Históricos-leyendas, buscarle otra explicación a algo que ya existe, o se cree. Trenzar historias, mezclar dos realidades, en fin darle la vuelta a la tortilla. Y probar estilos nuevos.
Yo tenía antes muy claro para qué escribía: para sacar de mi todas esas ideas que me bullían en la cabeza y amenazaban con ahogarme. Era una terapia: hacía una sangría en tinta a mi cerebro y mi corazón acomodaba sus latidos a un ritmo de tranquilidad. También escribo porque es el modo en el que mejor me expreso, más que con palabras dichas (hace siglos, era una niña muy introvertida). Ahora , desde que participo en concursos ya no es solo eso: quizá busque un reconocimiento tardío a algo que llevo practicando toda la vida o a lo mejor lo que busco es encontrar otra aplicación a este vicio. Lo que tengo muy claro es que solo participo en aquello que me estimula, que pone a trabajar mi imaginación y me hace recrear escenas bajo la ducha(una frase de inicio, un formato, un tema a desarrollar, un premio inalcanzable con el que soñar). Si, es que en la ducha se me ocurren muchas cosas ;). Por cuestión de tiempo y de capacidad, aún estoy a salvo de pasarme todo el día escribiendo en mil certámentes. Creo, además, que acabaría sintiéndome esclava de algún tipo inconfesable y oscuro de competitividad o prostituyendo mis letras en pos de glorias que, racionalmente, sé que no merezco.
Me hace gracia, Eva, eso que dices de «prostituir» las letras. Estoy contigo. defendiendo lo propio, lo personal. Pero eso no quita que «adaptes» un micro. A veces incluso queda mejor que el original, te lo aseguro. Y no deja de ser una práctica creativa dar la vuelta a los textos, buscarles otro final o meter otro personaje. A mí me divierte de vez en cuando hacerlo.
No es la primera vez que hablamos de este antiguo oficio tú y yo en cuanto a escribir se refiere. Recuerdo una confesión que hice hace tiempo y que tuve la sensación que no entendisteis muy bien. En este caso no me refería a adaptar micros ya hechos a un concurso determinado: soy tan delirantemente ¿loca? ¿desordenada? ¿acostumbrada a inventarme un menú para cada ocasión? algo así, que no suelo readaptar nada. No es por no reciclar, es porque cada micro nace con un propósito o una inspiración y antes se me ocurre una idea nueva que superar la pereza de descoser y volver a crear con retales usados. Puedo hacer versiones de un micro, pero solo son fases de la metamorfosis, sencillamente en el proceso creativo el ‘engendro’ va cambiando hasta que me acaba gustando y lo mando envío o publico. Cuando hablo de prostituir me refiero a escribir algo que no escribiría de un determinado modo, o sobre algo en lo que no creo o ni siquiera me interesa ni enciende ‘mi chispa’ bajo la ducha: algo que se escriba pensando en los gustos, preferencias o incluso tendencias de un determinado jurado. Creo que la participación masiva o más bien obsesiva tratando de ganar lo que sea, puede conducir a ello. Era lo que quería decir. Evidentemente por eso me encuentro a gusto aquí, porque no hay una línea, estilo o temática definida que resulte ganadora; porque los jurados cambian y con ellos sus gustos y apreciaciones. Por eso un día me apetece escribir sobre un ser fantástico y otro sobre un padre cabrón y si tengo la vena romántica, sobre unos ojos azules, una pasión en llamas o un gato bajo la lluvia. Libertad.
Pues claro, Eva, claro que sí, escribir por gusto y según cómo nos sintamos. Yo guardo muchos textos en borrador porque me gustó una parte de ellos pero no el conjunto y ahí es a donde te voy: retomar partes, o incluso micros mal acabados y cambiar cosas. Cambiar la intención del personaje, el desenlace… Por ejemplo, mi micro de este mes viene de un viejo febril de un taller al que asistí. Luego incorporé a la criada y el resto fue saliendo. «Prostituir» en mi caso es algo que pongo al servicio de mis ocurrencias y, no lo niego, con el propósito de algún concurso. Porque me motivan a imaginar con esas propuestas de temas, frases de inicio, o tres palabras a insertar. No por los premios que todos sabemos que con esto no nos jubilamos.
Aunque lo digamos de distinta manera creo que pensamos igual.
Pues si. Yo soy super habladora y como me pasan cosas rarísisimas (y algunas divertidísisimas) por metepatas, toda la vida me han dicho que tengo que escribir un libro de mis peripecias. Bueno, pues sería incapaz, ufff, que difícil, no? Porque lo difícil no es escribirlo, sino darle el sentido que tu quieres, los matices, el lenguaje no verbal que cuando hablas te sale sin querer, pero cuando escribes, tela, hay que saber mucho y muy bien como hacerlo.
Lo que dice Susana de los paisajes bucólicos y tal. Pues a mi me pasa igual. Me parece muy complicado describirlos y transmitir mis emociones. Por eso me va bien esto de los relatos cortos. Se me ocurre una chorrada (que puede ser cualquier cosa, un enfado, una pena, una alegría, una bobada… lo que sea) y me la guardo en la memoria para luego poderla desarrollar un «poco» más. No mucho, porque entonces la lío, me lío y os lío. Hala, ya os he destripao mi modus operandi. Y ya se que todo lo que diga puede ser usao en mi contra, pero ¡qué recontra!, me arriesgo, kelmundo es de las valientes!!
Y desde luego, como decís por ahí creo que hay que ser muy bueno/a y tener mucha técnica para adaptarse a unos determinados gustos (los de un concurso, un jurado…) lo cual está al alcance de los privilegiados, entre los cuales no me incluyo. Lo suyo es, creo yo, que cada quien escriba como quiera, como sepa o como pueda y lo ideal es que guste a la mayor cantidad de gente posible porque tanto el contenido como el continente sean lo suficientemente interesantes. Eso es meritorio de por sí. Ahora que si eres capaz de hacer esa «pequeña trampa», pues es que controlas y eso también es admirable, siempre que no sea la generalidad de lo que escribes, como esos grandes autores, que lo son de por sí pero que a veces escriben «por encargo». Eso esta bien de vez en cuando, pero no siempre y para siempre. Eso puede derivar en demérito del autor y traspasarle el mérito al jurado o al premio o qué se yo! Ya me estoy liando ¿lo veis?
Abrazos, compis, que me piro a la cama.
¿Por qué escribes? Es la pregunta. No el estilo, no el sistema. Escribo, primero porque me apetece, difícilmente podría hacerlo si no me implicara un poquito en hacerlo. No es una obligación, al menos no una dura obligación. Quizás sí, a veces, una necesidad.
Escribo después porque es divertido y me hace feliz. En ese momento puedo crear mundos, formados por cosas cotidianas, o cosas que me han afectado, sabiéndolo o no, y necesito contármelo y a la vez contarlo. En ese universo propio donde todo puede ser posible, donde lo que siento o pienso se va construyendo poco a poco y los pensamientos toman forma y cuajan, en una historia, en un pensamiento, en una opinión, es donde me siento más yo. Más libre para vivir mi personalidad, para entender y entenderme mediante letras que forman palabras, frases, párrafos, líneas.
Manejar la palabra, dar vida a esas palabras y comulgar con ellas y ellas contigo, es posiblemente una de las satisfacciones más íntimas.
Creo que en el acto de escribir se proyecta mucho de uno mismo y es una manera de descubrirse y mostrarse. Creo que hay que ser un poco loco y un poco valiente para hacerlo. Pero a la vez, cuando se comparte, cuando se comunica con los demás y ellos te devuelven su mirada, es donde encuentras el motivo y la necesidad de seguir haciéndolo. Eso es más o menos lo que pienso sobre el hecho de escribir.
Yo empecé a escribir fan fiction. De esto que te enganchas a una serie de televisión, te metes en internet, te inscribes en foros, comentas, discutes y buscas y rebuscas información sobre todo lo que la rodea y más. Y ese más eran las historias que otros fans escribían que no salían en la serie (y que algunos deseaban ver en la pantalla y a otros les espantaban, básicamente eran historias de amor que no pegaban ni con cola). Muchas veces eran escenas que supuestamente faltaban, en otras se inventaba el pasado de los personajes o simplemente una historia paralela a la serie.
Cuando la última serie a la que me enganché desapareció (fue House MD), dejé de escribir. Y, tiempo después, descubrí los microrrelatos. Y me volví a reenganchar en esto de escribir.
A veces escuchas una frase, lees algo en un libro, ves una foto o un cuadro, o sigues una frase dada y enseguida te entra el nervio de ponerlo en un papel. Aunque el resultado no sea lo que te imaginabas en un primer momento.
Muchas veces el compartir lo que escribes da cierta (bastante) vergüenza (sobre todo cuando decides enviar el primer relato), pero cuando lo ‘liberas’ en páginas como esta, da mucha alegría comprobar que lo que te sale no es tan malo como lo juzga uno mismo.
Y a la vez es divertido. Lees a otros, se aprenden cosas (palabras y algo de técnica), encuentras ideas nuevas y se intenta mejorar mientras la neurona trabaja.
Eyyyyyyyyyy, doce mujeres y ni un hombre. ¿Miedo? ¿Reserva? ¿Exceso de trabajo? ¡Ánimo! 🙂
Escribir es intentar entender la vida, plasmarla en pequeñas o grandes palabras, en sonidos. Necesito escribir para expresar qué es la vida y su contrario, para entenderla. Siempre he escrito (cuando era pequeño para alejarme de la realidad que me envolvía, ahora para dejar presente esa realidad que me preocupa).
No busco ganar nada, es el placer de escribir lo que me empuja a participar y también la posibilidad de mejorar texto tras texto, historia tras historia. Cada frase nueva es un reto, cada texto acabado una pequeña victoria. Escribir es vivir la vida, comprender tu propia historia, tus miedos, tus momentos, tus alegrías.
Voy a daros la respuesta más corta y posiblemente la que os resulte decepcionante, pero que sale de lo más intimo y convencido. y en solo tres palabras:
No lo sé.
Escribir me da opción a plasmar mis ideas. Llevo los bolsillos llenos de papeles, y con algún que otro boli, lápiz… que en cuanto llega algo sea o no aprovechable lo anoto.
Anoche, sin ir más lejos, a la una de la madrugada me levanté para dejar sobre papel, una idea que me había bullía en la cabeza.
Tenía algo pendiente sobre lo que escribir y hoy lo he terminado, con la idea de anoche.
Me hace sentir mejor.
Yo también, cuando escribo un texto me siento mejor. Es como si ese día no hubiera pasado en vano. He sido capaz de crear algo. Otra cosa es que al releerlo (y para eso es mejor dejarlo reposar)encuentre múltiples fallos e intente mejorarlo, o a veces, tirarlo a la basura.
Pienso que todos llevamos dentro un pequeño (algunos grande) dios: pintores, músicos, artesanos, cocineros, escritores…la posibilidad de crear algo nuevo y personal es lo que nos trasciende.
Pues te diré, Paloma, que entre mis apuntes he encontrado algo sobre esto que comentas: la fase de revisión quizá es la más creativa. Es cuando nuestro borrador se convierte en literatura. Casi nada. Lo pondré en «Papel y tijera» un día de estos. Nunca tires nada a la basura.
Se llama «síndrome de Diógenes literario» o «síndrome literario de Diógenes», Susana 🙂
Hablando de Cortázar, que gusta mucho por aquí:
http://www.deia.com/2014/02/16/ocio-y-cultura/30-anos-sin-el-gran-39cronopio39