04 Esperando justicia poética
Nunca fui un héroe. La verdad es que mi aspecto no ayudaba: un labriego gigante y desgarbado con un solo ojo en el rostro. Pero tampoco Kong era bien parecido y ahí lo tenéis destilando glamur para toda la eternidad.
Yo creo que la culpa fue de los partenaires que nos tocaron en suerte. Kong se enamoró de una bella joven y ella no le hacía ascos. En cambio, yo tuve que lidiar con Ulises. Quién podía competir con un enchufado de los dioses, cuya verborrea era capaz de aturdir al más espabilado. Mucho se habló también de su astucia y de mis pocas luces, pero eso no es del todo cierto. Conozco hechos que desmentirían esa idea y que se ocultaron intencionadamente.
Por eso, por lavar mi imagen, quiero contar las cosas tal como fueron. Y he conseguido que una gran productora de entretenimiento online me contrate. En cuanto encuentren hueco entre tantos remakes y secuelas del Capitán América, la Viuda Negra, Godzilla y Hulk, abordarán mi historia. Prometo que habrá sorpresas.
La historia siempre la cuentan los ganadores, que maquillan la realidad a su medida. Pero muchas veces los protagonistas no son tan buenos como se les ha pintado, ni los oponentes a los que vencen tan malévolos. Un gigante de un solo ojo poco puede competir con un héroe clásico, pero parece que la industria del cine va a reivindicar su figura y a colocar a cada uno donde realmente merece.
Una revisión divertida de la mitología y de la obra clásica de Homero.
Un abrazo y suerte, José Luis
¡Pobre monstruo! Si hasta parece guapetón tal como tú lo cuentas… Se merece una oportunidad, sí señor.
Hola, José Luis. He de confesar que siempre he sentido pena por Polifemo. «No soy malo, es que la mitología me ha hecho así», podría decir mientras levanta los hombros y cierra su enorme ojo lloroso. Un gigante con mala prensa. Seguro que era un tipo estupendo que tan solo defendía su hogar y hacía caso a los malditos dioses. Me encanta la utilización de Kong tan oportuna para que veamos esa diferencia en el trato. Me gusta. Suerte y abrazos, José Luis.