09. Ética versus estética (Javier Igarreta)
Todavía recordaba su primera cámara. Una de aquellas de plástico que daban a cambio de cuarenta envoltorios de chocolate. Aquel chocolate terroso de las meriendas. Tras los balbuceos iniciales pasó su sarampión fotográfico entre acontecimientos familiares y el entusiasmo redundante por los paisajes. Largos años de profesión fueron forjando en él una reconocida militancia contra la inercia del olvido. A veces recordaba lo que decía un viejo colega: “Bajo la superficie de la realidad, late la verdad íntima de las cosas”. Le costó tiempo y dinero convencerse de que la cámara solo es una herramienta, lo que importa es la mirada. Pese a una trayectoria salpicada de premios, nunca había sentido que una de sus instantáneas hiciera clic en su ser más profundo.
En su enésimo viaje por África, se vio inmerso en una escaramuza mientras descansaba en una pequeña aldea. Cuando cesó el tiroteo, descubrió a pocos metros la mirada agonizante de una niña destrozada. Subyugado por aquellos ojos, suplicantes a la luz del atardecer, empuñó su Leica y disparó varias veces, encelado con aquella terrible belleza. Solo después comprobó desolado que la niña estaba muerta. La “Foto del año” fue su última foto.
Despertar a una terrible y cruda realidad, que será una imagen que acompañará dolorosamente nuestra vida.
Tremendo relato Javier.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias por tu comentario. Un abrazo.
No sería la primera vez que un premio mundial de fotografía refleja una terrible realidad y que, al mismo tiempo, pensamos que el fotógrafo, antes de tomar esa imagen, podría haber atendido humanamente a una persona que requería ayuda de forma urgente, olvidando la gloria, una situación que queda bien reflejada en el título. La victoria de la ética sobre la estética hacen que, espoleado por su proceder equivocado, tu protagonista dejase la fotografía para siempre.
Por otro lado, hay frases que resumen bien el espíritu de los verdaderos fotógrafos, como esa «militancia» contra «la inercia del olvido» que supone toda imagen; también, que lo importante, más que la cámara, es la mirada.
Buen relato y bien contado, Javier.
Un abrazo y suerte
Ya sé que es un tema bastante trillado, pero me apetecía darle mi punto de vista. Agradezco sinceramente tu comentario.
Un abrazo.
Este relato me ha llegado, quizá porque en el pasado yo mismo fui protagonista de un conflicto de «ética versus estética» del que siempre me arrepentiré y, si bien aquella no fue «mi última foto», intento desde entonces ser especialmente cauteloso con poner siempre la ética por delante.
También me ha gustado esa frase de «Pese a una trayectoria salpicada de premios, nunca había sentido que una de sus instantáneas hiciera clic en su ser más profundo». Creo que muchos hemos tenido ese sentimiento de escuchar «muy bien» y, sin embargo, no sentir satisfacción plena por un trabajo que sabíamos que podíamos hacer mejor. Y, sin embargo, sí tener esa sensación de orgullo personal por tareas que a ojos de otros pasan sin pena ni gloria.
Encantado de que te haya llegado mi relato. Muchas gracias por tu comentario, comunicándome tus impresiones. Un abrazo.
Una historia, Javier, en la que el cielo y el infierno se dan la mano sobre una foto, con el deseo de fama y el arrepentimiento como testigos. Los claroscuros de la condición humana.
Mucha suerte para tu historia.
Saludos
Muchas gracias por tu atinado comentario.
Un abrazo.