44. Experimento con gigantes
Considerados tradicionalmente rudos, hostiles y desalmados, estos seres escapaban al estereotipo de la felicidad, el amor y la belleza, de ahí que constituyeran mi mayor reto.
Esta vez, yo había puesto la mira en Polifemo, así que fui observándolo y tomando notas discretamente.
Al principio me ignoró. Resoplaba mientras descargaba su agresividad haciendo trazos sin sentido en un lienzo.
Al tercer día me miró de soslayo. Los rayajos coloridos del lienzo iban resultando conocidos y él parecía menos furioso.
El quinto día fue definitivo. La ira había desaparecido y su rostro tenía una expresión placentera. El entusiasmo que ponía en los trazos de lo que resultó ser una mujer era tal, que el lienzo parecía vivo y por primera vez se comunicó conmigo, pidiéndome con elegancia y lucidez que me acercara a contemplar la belleza de su amada.
Mientras iba retocándola, observé que su ojo desprendía el mismo éxtasis que yo había visto en el Rey Salomón por la Reina de Saba o en Julio César por Cleopatra: una pasión torrencial.
Esa evidencia para mí fue concluyente. Por eso, antes de volar en busca de los Hecatónquiros hice una última anotación: “la flecha es efectiva también en los gigantes”.
Nadie se libra de las flechas del amor cuando son certeras, sin importar el tamaño, la actitud o el poder. Incluso dentro del gigante más temible late un corazón vulnerable, susceptible de sensibilidades, posiblemente de una magnitud acorde con sus dimensiones. Seguro que sucede lo mismo con esos seres de cien brazos con los que el inquieto Cupido va a proseguir sus experimentos.
Un abrazo y suerte con este relato, Cecilia.
Así es Ángel, el amor siempre aproxima, reconduce la ira y nos hace mas humanos.
Muchísimas gracias por pasar y dejar tu certero comentario. Un abrazo.
Había que conseguir un puñadito de esas flechas milagrosas para dispararle a uno que yo me sé. Igual nos ahorrábamos cientos de bombas y miles de muertos.
Sin duda Edita, sin duda.
Gracias por pasarte y comentar.
Está claro que quien tiene corazón puede sufrir sus flechas. Con el tiempo necesario y de la forma correcta, se puede llegar a cualquier corazón por muy grande o pétreo que pueda parecer. Genial, Cecilia. Suerte y abrazos.
Totalmente de acuerdo Rafael. Muchas gracias por pasar y dejar tu comentario