70. Éxtasis
Su mejor amiga la ayuda con el cambio. Ahora se parece a la Sandy del final de Grease, de negro y taconazos rojos. Antes de partir, se atusa los rizos rubios en el espejo de la entrada y se humedece los labios bermellón. Sabe que esta vez Antonio va a alucinar. En la puerta de casa se lleva las manos a la cabeza, qué tonta, olvidaba el bolso, donde lleva lo que necesita.
Coge el bus. Es lo que hay si te llevan el coche injustamente por tercera vez en el mes y no tienes un puto euro para recuperarlo.
Llega al depósito municipal contoneándose ligeramente hasta la ventanilla, tampoco quiere pasarse. Al verla, Antonio, el encargado, se pone de pie tras el mostrador y se recoloca el paquete. Al fin ella entra en razón y él no tendrá que sobornar más a los agentes para hacerla ir hasta allí.
De pronto, afuera, el Mercedes de Antonio explota y salta por los aires y unos gritan y otros se tiran por los suelos. Sin embargo, absorta con la belleza del espectáculo, ella está a punto de aplaudir. Pero apretar el detonador escondido en el bolso ya le provoca suficiente placer.
Bravo por esa rubia! Qué cabr** ese Antonio… lo tiene merecido, que se quede sin coche como la está dejando a ella, hombre ya!
(Me ha encantado la descripción usando «la Sandy» de Grease 😄)
Un beso,
Carme.
Venganza de la buena, menudo petardo el Antonio.
Muy bien construido, parece que va a unas cita romántica, para derivar en una trama muy organizada con fuegos artificiales al final.
Un desquite explosivo, con maniobra de distracción previa, que no hacía presagiar el desenlace, ni a Antonio, ni a los presentes, ni a los lectores.
Un abrazo y suerte, Nuria
Me encantan las venganzas, y más cuando son inesperadas como en este caso, con ese giro final tan explosivo.
Un abrazo y suerte.