77. FRÍO
Regreso a casa consternada y furiosa. Esta mezcla de sentimientos, sin embargo, parece proporcionarme suficiente determinación para atajar el problema de raíz. Cuando Mateo me mostró una extraña versión de mi cuento inconcluso, arteramente publicada en cierta página web, no podía creerlo: incluso le habían imprimido un inesperado giro final, en el que el asesino aniquila a su propia autora. ¡A mí, nada menos! Daban ganas de hacerle lo mismo al desconocido plagiador de mi escrito. ¿Cómo había sido capaz?
Ya en casa, por más que reviso mi relato ante la pantalla, no consigo reconocer casi nada de lo que tenía escrito. Donde debía aparecer el protagonista, armado con su ominoso acero de matarife, hay significativos espacios en blanco, terribles, descarnados. Descripciones de paisajes, intrusiones de otros personajes, acciones laterales… Vuelvo a iniciar la lectura, totalmente anonadada y sobrepasada por los acontecimientos. Cuando estoy a punto de leer el último párrafo, siento un leve rumor de pasos a mi espalda. Antes de girarme del todo, acierto a ver por el rabillo del ojo mi perfil distorsionado en la hoja metálica. Un tacto de dedos que me atenazan la nuca. Frío en la garganta.
Me dieron escalofríos.
Me gustó.
Sonrisas mil
Manuels