22. Fuera de álbum
Aún guardo en la memoria cómo el almíbar de la tarde caía lento sobre su melena, hasta llegarle a los ojos e inundarle la mirada con antaños. Sentadas a la mesa camilla abrimos la caja, ebrias de café, acompañadas por el reloj de pared cansado de tantas horas. Ella parecía una niña que desenvolvía un regalo de Navidad. Rescató del polvo las fotos, que eran recuerdos llenos de olvidos. Imágenes de trenzas y bata azul de escuela, comunión sin papá porque estaba enfermo, los domingos de patines, los agostos de vacaciones y tedio, mis hermanos odiosos, vestidos de fútbol, la abuela arrugada, escondida tras un pañuelo negro. En el remolino de retratos, una punzada. Mamá lozana, altiva, sentada en un tren, recostada en el hombro de un desconocido. Que quién es, quise averiguar. Una ola agridulce de sirope de lima en sus pupilas; escalofríos que le recorrieron el cuerpo. Maliciosa, con sus labios pegados a mi mejilla, me dejó en la oreja un susurro de miel furtiva. —Tu padre secreto— me hizo saber.
Una foto que está donde no debería, encontrada por una niña (o ya no tanto) que no tendría que haberla visto, porque se trata de una relación que oficialmente no sucedió, aunque sí que parece que tuvo sus consecuencias. Descubierto el hecho, ya solo queda confesar la verdad, la protagonista y narradora tiene derecho a conocerla. A juzgar por las hermosas descripciones y recuerdos que le producen las imágenes, sabrá entenderlo todo. El reloj «cansado de tantas horas», la «ola agridulce de sirope de lima en las pupilas», hablan de la sensibilidad del personaje y de la buena pluma de la autora.
Un abrazo y suerte, Mei
A veces, basta una imagen para descubrir un secreto que bien vale una vida. Lo duro es asimilarlo.
Muy buen relato, Mei.
Besos.