04. FURIA
Todo comenzó cuando Agua se enamoró de Hierro.
Hierro disfrutó zambulléndose continuamente en Agua, para salir goteando y satisfecho.
Pero a Fuego le gustaba Hierro.
Rezumaba celos.
Lo abrasaba, volviéndolo rojo incandescente en cuanto salía de Agua.
Hierro regresaba inmediatamente a Agua.
Fuego, desesperado, lanzaba llamas a Agua quien se partía de risa retozando con Hierro.
Fuego se enfadó. Mucho.
Hizo al mundo escupir lava y llamas.
Agua respondió con gigantescas olas y diluvios para apagarlos.
Hierro se cansó de la pelea y se hundió en las entrañas de la Tierra, donde decidió descansar libre de pasiones por el resto de los tiempos.
Mientras tanto, en la superficie, se desató la mayor furia jamás imaginada.
Lo de «dos son compañía, tres son multitud» no es ninguna broma. Rara vez un trío funcionan con armonía. Parece condición necesaria que los triángulos amorosos hayan de estar movidos por tensiones irresolubles. Tu relato muestra a las claras que en ese tipo de situación las cosas no pueden ser de otra manera, aunque con la peculiaridad de que dos de estos actores son elementos naturales irreconciliables, enfrentados por los favores un tercero, que termina por desaparecer en busca de paz, incapaz de soportar ser el detonante involuntario de tanta disputa, algo que tampoco calma los ánimos, casi al contrario.
Un relato ágil e intenso, un drama con toques de cuento clásico.
Un saludo y suerte, Pablo