16. Gajes del oficio (Javier Igarreta)
Enredado en el cajón de sastre de su escritorio, palpó la textura de aquel bolígrafo, roído hasta la extenuación aunque todavía con tinta suficiente para una última aventura. Pero en el segundo párrafo de la tercera página, tuvo que abortar una incipiente desviación del azul al rosa. Aquella absurda salida de tono, sin duda una treta del subconsciente, le sacó de sus casillas. Arrancó la hoja y arrugándola con rabia, la arrojó a la papelera, con tan mala puntería que la sufrida pelotita se perdió bajo la cama. Se agachó en su busca, pero halló una navaja con cachas de nácar rosa que, aún encerrada en sí misma, mostraba abiertamente su carácter letal. Habría pasado por alto tan evidentes connotaciones, si no hubiera recibido la llamada amenazante de su editor, recordándole los plazos de entrega, así como la exigencia de evitar un tocho cargado de metáforas o lencería. Antes de que se diera cuenta, la navaja fuera de sí comenzó a mostrar entre líneas su frialdad de acero. Y él se dejó llevar. En la feria del libro, todos alabaron aquella perfecta simbiosis, achacando la ausencia del editor a una de tantas elipsis del mundo editorial.
Cuando se comienza a escribir una historia, incluso aun teniendo en la cabeza, o esquematizado, el desarrollo y el desenlace, nunca se sabe de qué manera terminará. Podría decirse que las letras tienen una vida propia, abiertas como están a los influjos externos. El cambio del color de la tinta, el hallazgo de la navaja y la desaparición del exigente y algo odioso editor terminaron por conformar una obra notable, que tomó de la realidad sus elementos principales, una novela negra de calidad, como también la tiene este relato.
Un abrazo y suerte, Javier
Pues sí, tienes toda la razón, a veces los relatos van tomando,sobre la marcha ,caminos imprevistos.
Muchas gracias por tu detallado comentario.
Un abrazo y buen verano.
Al igual que el autor, deberíamos dejarnos llevar más a menudo, seguro que ocurrirían cosas increíbles, sobre todo al escribir. Esa elipsis le sienta muy bien. No puedo marcharme sin comentarte que me hubiera encantado ver, aunque fuera desde la barra, cómo transcurría esa última partida. Genial. Un saludo, Javier.
Muchas gracias por tu doble comentario.Estoy de acuerdo contigo, en lo de «dejarse llevar».En lo otro, creo que sería arriesgado,aunque quizás valdría la pena.
Un saludo y feliz verano.
Mostrar las cosas entre líneas tiene doble filo… ¡Y vaya si lo aprendió el odioso editor, y de la peor manera!
Un micro de armas tomar… ¡literalmente!
Me encantó, JAVIER… ¡Felicidades!
Mariángeles
Muchas gracias por tu comentario. Me alegro de que te gustara.
Saludos y buen verano.