42. Gemelos
Nadie sabe apenas nada de mi existencia. Hace años que marché del pueblo en busca de porvenir. La familia, en lugar de expandirse, tendió a contraerse, de los hermanos que fuimos, solo quedamos dos. Del último me mandó recado a primera hora de la mañana Juanito, amigo común de la infancia de ambos, donde me informaba de su deceso.
Hizo falta poco para hacer la maleta y poner rumbo al aeropuerto con destino Madrid. Con un poco de suerte, llegaría a la ciudad de madrugada.
Amanecía cuando, exhausto, llegué al tanatorio vacío a esas horas. En la penumbra, me acomodé en silencio velando a mi hermano. A mi mente vinieron nuestras travesuras de niños, nuestros intercambios en el colegio cuando Don Mariano preguntaba la lección, incapaz de reconocernos. Las dobles guardias en el cuartel, para que el otro librara el día entero en la mili, sin que el sargento sospechara. Una vida resumida en pocos minutos y muchos recuerdos.
Unos pasos pausados que se acercan me devuelven a la realidad. Al voltear la cabeza, a la viuda casi le da algo al creer sentado a su marido en el banco de la primera fila contemplando el ataúd, que supone vacío.
Buaaahh, Sonsoles, me imagino la cara de la viuda, y suerte tendrá si no le da un soponcio. Una vez pasado el susto creo que no está mal encontrar a un doble para pasar el duelo, la verdad.
Un abrazo y suerte.
El susto de la pobre mujer es más que comprensible, su cara, un poema. El protagonista tuvo el detalle de ir al tanatorio, pero no de avisar después de tanto tiempo, mientras pensaba en buenas épocas pasadas, que nada tenían que ver con la presente.
Un saludo y suerte, Sonsomes
(Disculpa la errata con tu nombre, Sonsoles).
La historia está muy bien llevada hasta el final, de infarto. A mí me queda una curiosidad malsana por saber que ocurre en el epílogo, que se me antoja muy sustancioso.
Gracias Ángel, Rosalía y Edita por vuestros comentarios.
No llegué a visualizar qué podría pasar después de ese impactacte encuentro.
Como dice Rosalía, bien podría ser un sustituto…
Si se os ocurre otro final, ¡¡encantada de leeros!!
Un relato que discurre con calma, centrado en esos recuerdos del pasado, para dar un giro de humor negro en el último párrafo. Digno final de un buen micro.
En cuanto al epílogo… yo lo dejaría ahí y cada uno, según su mente más o menos calenturienta, que se imagine lo que quiera.
Un abrazo, Sonsoles.
¡¡Muchísimas gracias Ana María!! Es un lujo recibir tus comentarios!! ¡Abrazo de vuelta!