36. GESTOS (Belén Sáenz)
Sin mediar palabra le obligamos a salir de la garita, que ya nunca abandonaba desde que le nombraron capataz, y fuimos a sentarnos en el cuarto de los obreros. A él le señalamos una silla que estaba arrimada a la pared, para que no tuviera escapatoria. La estufa de butano apenas aliviaba la humedad, pero aportaba una luz rojiza que nos iluminaba los rostros. El Extremeño estaba nervioso; no paraba de manosear lo que llevaba en el bolsillo. Tomás fue el encargado de abordar el asunto. Su tartamudez no sería un obstáculo, ya que habíamos acordado limitarnos a los ojos y los gestos. Nos conocíamos todos desde la mili y empezamos juntos a trabajar en la fábrica. Luego nos había distanciado el ascenso de Julián, pero nos enteramos de que le andaba hundiendo los hombros un atolladero de timbas y apuestas. No lo mencionamos porque no queríamos hacer leña del árbol caído. A mi señal, el Extremeño le entregó un sobre con el dinero que habíamos reunido entre todos. Lo recibió con manos temblorosas y a los cuatro se nos llenaron los ojos de lágrimas, pero digo yo que sería por el humo de los pitillos que estábamos fumando.
Entre amigos generosos (como deben ser para serlo), que conocen las circunstancias de cada uno, la comunicación y la empatía es tan fluida que no precisa palabras, basta con unos gestos.
Entrañable y bien contado, Belén.
Un abrazo y suerte.
Me ha gustado muchísimo la historia que nos has contado y me gustaría conocer mejor a estos personajes que siguen cuidándose entre ellos sin la necesidad de hablar; sólo saben cuál es la necesidad y actúan. Me ha llamado la atención la expresión «le andaba hundiendo los hombros», se visualiza perfectamente el estado del asiduo jugador. Te felicito. Nos leemos
Los amigos, como esos ángeles que nos salvan del atolladero cuando los necesitamos. Es bien cierto y se cumple en tu texto el refrán de que «un gesto vale más que mil palabras».
Muy buen cuento. Felicidades.
Hola, Belén. Me encanta lo bien explotada que está en el micro la palabra «gestos»: como mueca, como lenguaje no verbal, y como buena acción hacia ese amigo jugador al que la timba y las apuestas le han hundido los hombros… Todos, los cuatro amigos de Julián, compañeros en la mili y en la fábrica, salvan la distancia que les puso su ascenso al puesto de capataz, y le dan el dinero que le anda faltando… Ojalá Julián aprecie el gesto en todos sus matices y haga lo imposible por no recaer en el juego…
Muy buen micro, Belén; me encantó.
Besos😘😘😇😇