82. Hacia todas direcciones
Con la magia que solo unos ojos infantiles pueden desplegar, Helena coloca el coche azul en el alféizar de la ventana. Achina los ojos y crea el efecto óptico deseado. El pequeño descapotable se integra en el paisaje que se dibuja más allá de los cristales. Ahora está aparcado en la calle. Tras él, puede ver pasar los vehículos a toda velocidad por la carretera, e imagina que algún día será ella la que viaje a sitios increíbles.
El destino la observa jugar y va tejiendo los hilos de su futuro. Un maletero con el equipaje que acompañará sus aventuras, las canciones que pondrán melodía a sus pensamientos, las lunas empañadas al calor de risas y sexo inesperado.
La niña le da cuerda a la llave del deportivo, que sale disparado y se estrella contra el quicio. El impacto lo hace volar hacia el vacío y rodar por el suelo del salón.
En algún lugar, en otro espacio temporal, un parabrisas se hace añicos en un acantilado. Pero eso aún no ha sucedido. Hoy es momento de soñar, y de buscar el juguete favorito de Helena debajo de los sillones.