62. Hasta que la muerte nos separe (Montesinadas)
Cuando nos besamos ante el cura y los invitados, nos comprometimos, y era nuestro deseo, amarnos toda la vida. Un sueño que, con el paso del tiempo, se volvió en nuestra contra. Sin saber cómo, perdimos habilidad para relacionarnos, los pucheros y payasadas ya no bastaban para dar por terminada una bronca casi desde su inicio. Los pecados veniales, que dejaban los enfrentamientos en tablas, desembocaron en reyertas mortales, sin penitencia que los redimiera.
Aquellos susurros cariñosos vieron llegar contestaciones violentas, las palabras, dulces y mimosas de otro tiempo, se tornaron en munición de artillería pesada, insultos y ofensas que buscaban hacer el máximo daño al enemigo devolviendo el dolor mil veces aumentado.
Olvidamos cómo pedir perdón y, cada mañana, toca ir al frente. La intimidad se ha convertido en un juego esquivo para evitar el roce, como si estuviéramos envueltos con alambre de espino. Entre los dos, un ensordecedor ruido de hierros y la falta de aire fresco. Vivir juntos es como habitar en el interior de un tanque. Mirarnos a los ojos disparar sobre las trincheras que han brotado entre nosotros, un campo de batalla por el que transitamos, atentos a nuestra espalda, preguntándonos quién disparará primero.
Los que vamos sumando años aprendemos que el tiempo es el mejor juez. Su paso puede convertir la entrega más fervorosa en desamor absoluto. Tu relato trata este asunto con un aumento progresivo de hostilidades hasta la declaración de una guerra abierta, en un texto lleno de metáforas belicosas, aunque la última frase nos hace pensar que la posibilidad de disparar uno contra el otro es real y literal.
Un relato de conseguida atmósfera asfixiante muy bien narrado,
Ya llevaba tiempo sin leerte. Un abrazo, Manuel. Suerte
Manuel, nos muestras una atmosfera cargada, con todo lujo de detalles y vocabulario combativo, con imagenes muy acertadas. Suerte y saludos
Tremendo relato, Manuel.
Cuando el amor se acaba, por algún motivo no suele ser sustituido por la indiferencia, sino por el rencor y, la mayoría de las veces, estalla una guerra. Tu lo describes muy bien, con un ritmo «in crescendo» que llega a hacerse asfixiante.
Suerte y abrazo.
Casi un tratado sobre la rutina y el desamor. Tiene un lenguaje muy cuidado y unas imágenes que te atrapan y no te sueltan. ¡Mucha suerte, compañero!