23. Helado de chocolate
La niña anda a saltitos. Está contenta. Los miércoles su abuelo viene a buscarla al cole, no tiene que comer en la cantina. Además, hoy le ha preparado su comida preferida: salchichas y helado de chocolate.
—Bieeen, me encanta tu comida, la del cole es una mierda.
El abuelo Marcelo frunce el ceño y sus cejas se juntan formando un bosque encima de su nariz.
—¿Una mierda? ¡Mira, vamos a poder comprobarlo! Aquí tienes una caca de perro, ¿crees que la comida del cole se parece a esta caca?
Julia niega con la cabeza. Al abuelo le gustan las palabras, todas, incluso las feas, pero no que se mienta con ellas.
El miércoles pasado, por ejemplo, Julia le dijo que en su clase había una niña nueva.
—Una negrita —precisó.
Entonces el abuelo le preguntó si era así de pequeña a la vez que con el índice y el pulgar de su mano derecha parecía haber atrapado a una hormiga.
—Nooo —abuelo— es normal, incluso más alta que yo.
—Ah, vale, entonces es una niña y es negra.
El abuelo Marcelo es un poco quisquilloso, piensa la niña, pero sus comidas son cojonu…, una delicia.
Muy esclarecedor, efectivamente no hay como llamar a las cosas por su nombre.
Un abrazo y suerte.
El lenguaje es un instrumento exclusivamente humano, creado para comunicarse con un grado de precisión muy elevado. El personaje del abuelo ama las palabras y no consiente que se utilicen mal. Quizá parezca demasiado quisquilloso, pero con ello, seguro, está educando a su nieta para que no se cumpla en ella aquel refrán de «por la boca muere el pez». Sin que la pequeña sea consciente esa labor termina calando, como muestra la rectificación que hace al final. Ese hombre no solo alimenta e ilusiona, también enseña pautas de corrección, válidas y útiles para toda una vida.
Un homenaje al buen decir, un relato que habla del amor a las palabras.
Un abrazo y suerte, Dominique
Gracias, Francisco y Ángel, un gracias no pequeñito como si lo pudieseis coger como se coge a una hormiga, no, un gracias muy grande.
El abuelo Marcelo es muy sabio. Como todos los abuelos, y le gusta llamar a las cosas por su nombre. Tu relato, que en principio parece muy infantil, no lo es tanto, porque en realidad, eso es lo que estamos haciendo, en esta sociedad. Con paños calientes disfrazamos la realidad a veces, y, otras, la sacamos de contexto.
Bravo por tu relato y el abuelo Marcelo. Me ha gustado mucho. Suerte y felices sueños.
Me encanta el tono pedagógico y gracioso de tu texto.
Gracias,chicas, el abuelo Marcelo y yo misma os agradecemos vuestros comentarios… tuve mis dudas sobre el tono quiza demasiado como bien dice Edita, pedagógico del relato, pero vuestros comentarios me tranquilizan.¡Buen lunes!?
Coincido también en la importancia del lenguaje como medio de comunicación humano y por supuesto es muy loable, que se sepa utilizar correctamente, de modo que el abuelo hizo muy bien corrigiendo a su nieta.
Además hago otra lectura, que encuentro implícita al mensaje del texto, es decir, suscitar la atención con respecto a las discriminaciones sociales, en este caso: el racismo.
Me gustó tu tono amable y atento con el uso del lenguaje.
Saludos, Vernay Juillet y suerte. 🙂
El punto que señalas a partir de tu segunda lectura, Milagros,es el motivo esencial de este trabajo… el micro como manera de decir amablemente «basta ya» ¡Gracias!
Qué lindo y delicioso relato, Dominique. Gracias por compartirlo y mucha suerte.
Simpático relato, donde el abuelo educa con palabras correctas. Me parece un cuento bonito. Me ha gustado. Saludos
Gracias por vuestras lecturas y comentarios.?