73. Huellas en el camino -Calamanda Nevado-
Qué fea estás, repetía él mientras hacía de las suyas y soltaba una mujer para tomar otra. Aunque roja de vergüenza, aguantaba su secreto a voces. Su gente lo notaba. Llegaron a decirle: “Pareces una figura de cera”.
A veces salían al parque, y los niños se alejaban dejándolos solos. Entonces giraba en torno a ella y le confesaba que ya no era valiente, solo un payaso al que pegar como a un burro.
No lo quería oír y se acercaba a ellos. En otras ocasiones regaba una y otra vez los rosales y los granados, o temblando salía a la puerta. Si los niños estaban cerca, y la miraban, jugaba con ellos, y les cantaba canciones y nanas. Qué poco equivocadas la observaban mirándola con ojos brillantes, o encaramándose en sus caderas. La provocaban con bromas y unían sus manos, muy fuerte, a las de ella, prolongando risas más allá de las paredes del patio. Gracias a su amor testarudo por ellos, podía acariciarlos aparentemente feliz.
Sufriendo y pensando despertó. La última noche que vino a dormir, no la encontró. Había echado a caminar. Caminó y caminó, con el pelo recién lavado, hasta que descubrió con asombro su silueta.
Una mujer necesitada de cariño y fiel, a pesar de tantas deslealtades clamorosas, un día toma la puerta, se marcha y se encuentra a sí misma, simbolizada en esa sombra que se sorprende al encontrar, pues poco tiempo era el que había dedicado a su persona, pero el primer paso ya está dado, al que seguirá otro, y muchos más hasta que ya no no haya vuelta atrás.
El relato de una mujer atrapada por una relación tóxica y su liberación final.
Un abrazo y suerte, Calamanda
Hola Angel, da gusto leerte y sentir la atención y cercanía que pones en el trabajo de los demás. Por mi parte le estoy muy agradecida a tu generosidad.
Abrazos y suerte con tus cosas.