I Concurso de relato gourmet LA MONTAÑESUCA
Con motivo del XII ENTCuentro que celebraremos el primer fin de semana de marzo en la villa de Comillas queremos invitaros a participar en este concurso que le hemos propuesto a LA MONTAÑESUCA, la taberna donde comeremos y cenaremos el sábado 4 de marzo, con el objetivo de que desde sus instalaciones nos lleguen los primeros efluvios de … inspiración.
Asistentes y no asistentes al ENTCuentro, estáis todos invitados a este
1º Concurso de “relato gourmet” LA MONTAÑESUCA
Sus bases son las siguientes.
1 – Pueden participar usuarios de la web estanochetecuento.com y amigos y conocidos de la página.
2 – Podrán presentarse un máximo de 2 relatos por autor.
3 – El relato, que se publicará únicamente como comentario en esta entrada del blog www.estanochetecuento.com, y tendrá un máximo de 100 palabras sin incluir el título.
4 – El relato será de temática libre, pero será obligatorio que esté ambientado en la cocina o la sala de un restaurante cualquiera y que al menos uno de los personajes sea camarero o camarera.
5 – El plazo para su presentación se iniciará con la publicación de este post y durará todo el mes de febrero de 2023.
6 – El jurado estará formado por los representantes del restaurante. En el caso de que alguno de los ganadores no se haya identificado debidamente será inmediatamente eliminado y el premio pasará al siguiente.
7 – Este concurso se fallara públicamente tras la cena del próximo 4 de marzo en el restaurante La Montañesuca.
8 – El premio para el relato ganador es una cesta de productos locales y la inclusión del relato en el recopilatorio Esta Noche Te Cuento de 2023.
Pues como por desgracia no voy a poder ir, al menos enviaremos un relato, y esperaré impaciente a la emisión de la gala,pegada a Internet, a moco tendido como el año pasado, por pena de poder veros y abrazarnos en persona. 😔
1. Amor subliminal
Pasaba con la espumita en el café, con las salsas y reducciones en los emplatados. Sucedía con las flores de su mesa preferida y el doblado de la servilleta. Él había creído que tanto corazón y tanta rosa eran cursilerías del local, pero seguía almorzando allí a diario porque estaba cerca de la oficina, resultaba barato y nadie le molestaba mientras mantenía los ojos incrustados en la pantalla.
El día que se dio cuenta de que ya ni tenía que elegir menú porque la camarera siempre acertaba con sus deseos, levantó la vista y, por fin, se fijó en ella.
2. AMOR SECRETO
Llevaba 20 años acudiendo todos los domingos con su esposa al mismo restaurante.
Se podían considerar casi como de la familia del dueño del local, que les trataba de una manera exquisita.
Siempre les reservaba la mejor mesa y les recomendaba los platos más sabrosos, de temporada y los mejores caldos, mientras ellos los degustaban con deleite, prolongando hasta muy tarde la sobremesa.
Además tenían una camarera favorita, que lo dejaba todo para dedicarse a ellos en cuerpo y alma.
Pero lo que no sabían era el motivo. Llevaba enamorada de la mujer desde el primer día.
3. COMIDA DE TRABAJO
Durante los entrantes, el primer plato y el segundo, nos pusimos de acuerdo para establecer las características del candidato, nuestro nuevo líder del partido. Debía ser alguien ágil en la gestión, con oído atento a las necesidades de los ciudadanos.
Tras los postres, como buenos españoles, pedimos café en todas las variedades posibles: solo, cortado, mediano con leche semidesnatada en vaso, del tiempo, descafeinado de máquina…
⸺Lo tenemos, dije.
Hubo unanimidad en hacer una propuesta al camarero, conscientes de su capacidad, casi sobrenatural, para memorizar y satisfacer las peticiones más complejas de la gente con una sonrisa.
4. HAMBRE DE AIRE
En la escuela de cocina te enseñan cómo hilar, con maestría y punto dulce, el huevo. También la temperatura perfecta a la que debe cocerse la pasta. E incluso lograr que cada creación deconstruída parezca magia, cuando la das a probar a los compañeros, intentando que adivinen los ingredientes utilizados.
Lo que después aprendes es el paso de gigante que hay que dar, con elegante agilidad, de la cocina a la sala.
Un mínimo tropiezo hará que el hambre de los comensales se llene de aire. Y que a ninguno le apetezca probar los deliciosos platos presentados en sus mesas.
5. RULETA RUSA
El restaurante de moda ofrecía fastuosos banquetes al estilo medieval. A los clientes les divertía comer con las manos, eructar sin reparos y lucir una variedad de tocas y sayos. Todo ello amenizado por las actuaciones de trovadores y juglares. Aunque el momento más deseado de la velada era cuando llegaba el camarero con las bebidas. La enorme sala decorada por llamativos estandartes y hachas encendidas, se cubría de un silencio tenso, sabedores de que una de las copas contenía el veneno.
6. LO QUE SE TRABAJA CON LAS MANOS, SE HACE CON EL CORAZÓN
Marina observa las manos que emplatan la lubina y la rubrican finalmente con su salsa de autor. Nota un cosquilleo en la nuca y una calma placentera que le recuerda su infancia, cuando mamá le deshacía despacito las trenzas. Reconoce en los gestos el mismo cuidado, el mismo amor que nunca ha sentido con las caricias urgentes de su novio.
-Marina, espabila y lleva esto a la mesa cuatro -escucha a sus espaldas.
-Me gustaría aprender a cocinar -pide tímida al chef.
-Yo te enseño, reina, pero tendrá que ser después de cerrar.
-Tengo todo el tiempo del mundo.
8. LA MAGA
Entre madre y chiquilla debían sacar adelante el pequeño restaurante. Mucho trabajo para intentar cubrir gastos y dar a la pequeña algunos estudios. Pero la jovencita tenía un don que practicaba con los clientes. Les hacía desaparecer tenedores y cuchillos, las servilletas de pronto adquirían forma de gaviota, los panes aparecían en el lugar más inesperado. Ella se divertía y los parroquianos encantados. Por pura casualidad cayeron en el humilde local unos turistas. Quedaron absolutamente enamorados del infantil encantamiento. Lo colgaron en Internet. Ahora tienen llenos diarios. La muchacha podrá cursar sus estudios de Magia en la capital.
7. Diván on the rocks
Escucho a mis clientes entre comandas, los evalúo y los diagnostico mientras les sirvo cañas y mezclo sus tragos. Ofrezco consejos a la vez que lavo la coctelera y seco los vasos. Algo debo estar haciendo bien, porque regresan. Intervengo, reconcilio o divorcio a la carta entre una copa y la siguiente. Te confieso que me entra un fresquito imaginando lo que dirían mis profesores de la facultad que me reprobaron, hasta la idiota esa que me tildó de psicópata, si supieran lo que me gano en una hora ejerciendo tras esta barra.
NUEVA VIDA
La cocina nunca había sido una de sus cualidades,aún así se atrevió a comprar aquel restaurante en venta.
Sus ahorros pretendía emplearlos en algo que le diera la oportunidad de conocer nueva gente.
El local solo necesitaba un lavado de cara: pintura, mobiliario sofisticado y personal cualificado.
Contrató un buen chef, un ayudante de cocina y a tres camareros.
En seís meses se había convertido en el lugar de encuentro del barrio.
Gracias a la comida casera y sofisticada de Eduardo, el chef y su ayudante, Manuel.
Y a la amabilidad, encanto y desparpajo de los camareros: Ángel, Luisa y Tamara.
9.RUTINAS
Me ponía de los nervios y cada vez que entraba se me torcía la boca en un gesto involuntario. Y él torcía la suya con irónico desprecio. Hasta ese punto llegábamos.
-Ponme un cacharro, niña.
Ya no ocultaba el estremecimiento de repulsión que me causaba. Mil veces le dije que no me llamase así. Otras mil veces le dije que me especificase qué es lo que quería beber. Pero esa batalla la había perdido. Así que, indefectiblemente, cogía la peor botella de todas, escupía en ella y dejaba el vaso a su alcance y sin mirarlo.
10 EXTREMA PERICIA
Ahí está, como todas las tardes, sentada sola en la mesa del rincón, parapetada tras sus gafas redondas y un grueso libro. Descafeinado y cruasán plancha.
Al poco llega él y se acoda en la barra sin apartar la vista del café con leche que le pongo delante. Corto de café, leche fría, sin azúcar.
Es el momento. Le susurro unas palabras y señalo hacia la mesita. Duda, pero finalmente se acerca. Hablan, él se sienta, ella sonríe. Dos horas después se marchan, cogidos de la mano.
Estoy orgulloso: esta vez ni siquiera he necesitado flecha.
11. CHIC
La cantina se llama ahora bistro «Chez Dennis» y se ha hecho popular por su cóctel caliente, el «Caffé au Cognac», considerado por su distinguida clientela un delicatesen que nadie debería perderse.
Cuando baja la persiana, Dennis vuelve a ser Dionisio, se quita el acento francés, cambia la música de cabaret por unas rumbas y se reúne en la cocina con su Brígida ―en horario laboral, Brigitte―, para comentar el acierto de reinventarse y poner el carajillo en una copa de vidrio tallado, obsequiando con un dedo extra de licor, pero en vez de a dos cincuenta, a ocho euros.
12.-MEMORIAS DULCES.
La comida en el restaurante había sido como siempre. Cada uno hipnotizado con su teléfono. El padre no había parado de responder llamadas del trabajo a pesar de estar de vacaciones. Mientras leía un mensaje, probó el arroz con leche. Súbitamente sintió el abrazo cálido de su abuela y una corriente de brisa marina le despeinó. Con la segunda cucharada olió la crema con la que le embadurnaban de niño. Con la tercera, su madre le acarició el rostro y limpió sus lágrimas. Pidió una baraja al camarero y animó a su sorprendida familia a una partidita.
13- ÚLTIMAS VOLUNTADES
Terminó la última cucharada del cocido montañés traído exprofeso para él y con los ojos cerrados contempló cada detalle de la sala del restaurante del pueblo de su infancia. Anestesiado por la memoria y los recuerdos el reo recibió la inyección letal con una sonrisa.
14. 24/7
Desplazándose con sus bandejas llenas entre las mesas comienza Rob su jornada: cuatro de chocolate con churros para la uno, pincho de tortilla y café para la tres, croissant natural, magdalena y dos tés para las chicas de la seis. Silencioso, diligente y esquivando sillas fuera de su sitio o algún despistado que no lo ve, regresa a la barra parándose a recoger servilletas, cubiertos sucios, platos y tazas vacíos de los desayunos terminados por los clientes.
Así sin parar hasta la hora del cierre. Después lo dejan cargando la batería en el almacén, y listo para el día siguiente.
15. TAG – REQUISITOS DEL CANDIDATO
Para trabajar en uno de nuestros Trenes de Alta Gastronomía es indispensable mantener el pasaporte debidamente actualizado.
A bordo el cliente siempre tiene la razón. Igual que en tierra. Nuestro turista apreciará cada detalle que le acerque a su hogar, aunque viaje lejos.
Conserve el equilibrio; es fundamental, sobre todo en las curvas. Las copas de la cristalería de Bohemia sufrirán menos. Usted también.
Si le hablan en una lengua extranjera, responda en francés, el idioma del amor y de la alta cocina.
Las excelentes capacidades de nuestros trenes y empleados han de circular siempre por la vía más segura.
16. GOURMET
Cada viernes último de mes acudían al restaurante para satisfacer sus más mundanos deseos. El sibarita señor gustaba de ir probando la bodega eligiendo en cada cena un caldo distinto. La señora, desentendida, nunca cambiaba: con solo su mirada, el camarero ya sabía lo que ella deseaba.
17. ALGO TENÍA QUE DECIR
El acreditado repostero mezclaba harina, mantequilla y azúcar. Sincera admiradora de su trabajo, sabía que la camarera se acercaría con interés. Él respondió, gustoso, a todas sus cuestiones sobre ese postre, maridaje acertado de hojaldre de Torrelavega y sacristanes de Liérganes, con alguna variación personal. Un nuevo éxito.
⸺¿Puedo preguntarte algo yo también?
Ella puso cara de resignación.
⸺ ¿Quieres ser la mujer de mi vida?
⸺Ya sabes que no.
El hombre se puso a pensar de inmediato en otro dulce.
Una vez le preguntaron cuál era su motivación para tener tanta creatividad. Contestó que sumar estrellas Michelin.
18. EL ENSAYO
Mientras esperaba la comanda, entornaba los ojos en plan misterioso como había hecho delante del espejo antes de salir de casa, después, ya con los platos en la bandeja, avanzaba hacia las mesas con un contoneo que no tenía nada de improvisado. La sonrisa al cliente tampoco era espontánea. Cuando acababa su turno y quitaba el uniforme, se dirigía hacía sus clases de interpretación. Esta semana trabajaban la seducción y, a juzgar por la reacción de los clientes, estaba preparada.
19. Colar y servir
Si hubiera sabido que, pocos meses después, conocería de nuevo el amor en aquel chiringuito a pie de playa, aquel camarero no habría dejado caer sus lágrimas negras sobre el coctel volcán que condimentó, para equilibrar el toque salado, con una medida de nuez moscada algo apenada, un tirante de cáscara de naranja que aportó la amargura, y unas gotas de hibisco para aflorar la melancolía. La mezcla, bien aireada con hielo, quitaba el hambre y el miedo al duelo a todos los que, heridos de amor, tomaban aquel coctel que provocaba el deseo irrefrenable de hundirse en el mar.
20. CUENTA ATRÁS
Veinticuatro raciones, menos las tres que estoy sirviendo, las dos de la mesa cinco, las siete de la mesa ocho, y las diez de la reserva que llega a las nueve y media. Se acabó, la tarta de queso está agotada.
Pedro llegará a la una menos cuarto, cenará la hamburguesa italiana con una copa de Prado Rey del 2018, le ofreceré una de las dos últimas raciones de tarta que por suerte quedan, y me invitará a que le acompañe, porque ya habré terminado el servicio.
Casualmente, como cada viernes desde hace dos años, cinco meses y tres semanas.
21. Reciclajes
Esta mañana ha aparecido el pequeño. He logrado deslizar un bocadillo de jamón en su mochila sin que el jefe me viera. Por las tardes viene la hermana, con esos ojos grandes y tristes, y simulo que la echo mientras escondo bajo su abrigo una bolsa con los restos del mediodía. Todas las noches, invariablemente, se presenta el padre. Él no tiene reparo en sentarse y beber hasta el desmayo. A veces logro hurtar unas monedas de su cuenta y meterlas en el bolsillo de la madre cuando, antes de que el encargado avise a la policía, viene a recogerle.
22. UN PELLIZCO DE EMOCIÓN
No era una pareja al uso. Teniendo claro que su peor enemiga era la rutina, siempre trataban de arrancarle a la vida un pellizco de emoción. Esa noche quisieron celebrar su aniversario en aquel restaurante y no se quedaron cortos a la hora de elegir lo mejor de la carta. Terminaron la cena brindando con champán francés antes de levantarse y salir corriendo sin pedir la cuenta. Perseguidos por el camarero, consiguieron llegar al coche y arrancar rebosantes de excitación. En la mesa que habían ocupado quedaba un sobre con el importe de lo consumido y una generosa propina.
23. POSTRE AMARGO
Tengo la mirada puesta en el plato, la cuchara sube y baja produciendo un ruido al chocar con la porcelana. Enfrente igual y los sonidos al unirse forman una melodía, triste y machacona que embota mis sentidos.
Sabe que nuestro matrimonio se ha roto, que quiero a otra persona y que hoy, en este restaurante, el mismo donde hace veinte años nos declaramos amor eterno, estoy cocinando mientras como, una disculpa, un perdón que quizás no me conceda.
Se me juntan las palabras en la boca y no pueden salir.
Llega el camarero, se lo diré a la postre.
24. Menú del día
Marisa, cincuenta años, divorciada, madre de dos adolescentes que, repentinamente, han pasado de llamarle mamá a decirle tía, conduce cada día treinta kilómetros para ganarse el sustento en una empresa donde su jefe, un hombre adicto al trabajo, la trata como a una máquina eficiente y jamás la mira. Afortunadamente, en su hora de descanso, camina despacio hasta una Casa de Comidas, allí el camarero la saluda, la acompaña hasta su rincón favorito de la sala, le canta con amabilidad la carta y, después, sonriente, pregunta: “Hoy qué va a ser, Marisa”. Y ella, por fin, se siente en casa.
25. COMIDITA
Cuando acabes, descansa, yo ya no puedo más, tengo los labios despellejados y doloridos.
Llevamos hora y media dale que te pego, nunca habíamos tardado tanto en terminar. Era demasiado tiempo sin darnos gusto y yo tenía muchas ganas de notar ese sabor saladito en mi boca, porque chupar la cabeza me encanta, aunque me canso.
Y conmigo te has pasado, porque aunque sabes que es lo que más me gusta, al final la almeja te repite y con tanto limón, me escuece.
Me has mojado con ese percebe, anda termina.
Quieren algo más, preguntó el camarero.
26. LA TAPADERA
Tras el atraco al banco, busqué el pueblo más apartado del mapa y me empleé como camarero en el único mesón. Pronto, mis modales atentos y mi eterna sonrisa conquistaron el favor de los parroquianos.
Así, cuando la policía irrumpió en el comedor mientras servía la cena del sábado, doña Sofía se desmayó en los brazos de un agente, don Cosme tropezó con otro y el tercero fue arrollado por el perro de don Sebastián. Mientras, la cocinera me arrastraba por la puerta de atrás hacia su coche, susurrándome: “la mochila del dinero está en el maletero”.
27. TRADICIÓN FAMILIAR
En este mismo local, mi bisabuelo fue dueño de un reconocido mesón, que mi abuelo reconvirtió en un bohemio café, que mi padre transformó en un famoso restaurante y que yo, siguiendo los pasos de todos ellos, he cambiado por un moderno gastrobar. En homenaje a esta trayectoria de innovación y para tener siempre presente a todos mis antecesores, por desgracia ya desaparecidos, colgué sus retratos en la pared, cosa que no hubiera hecho falta, ya que todas las mañanas me los encuentro sentados delante de la barra esperando su café y solo desaparecen cuando se lo sirvo.
28. UNA DE LAS BELLAS ARTES
Las disciplinas artísticas requieren destreza, creatividad y paciencia. Irina lo sabe muy bien, no en vano domina dos de las artes efímeras. Una es la restauración. Para la otra, acaba de recibir un nuevo encargo. Cuando pide unos días libres le ponen mala cara, es temporada alta y necesitan a todas las camareras. Ella inventa un motivo inaplazable y toma el primer vuelo hacia su destino. Ahora observa a su objetivo por la mirilla telescópica del arma y piensa que con sus ahorros y lo que le paguen por este trabajo podrá abrir su propio restaurante.
29 DIETA MEDITERRÁNEA
Queríamos invitar a nuestros nietos a comer fuera, pero antes les preguntamos que a dónde les apetecía ir.
—Al burguerkin —respondió Guillermo.
—Al chino —contestó Ana.
—¡Burguerkiiiiiin!
—¡Chinoooooooo!
Y como no se ponían de acuerdo, elegimos nosotros. Y como nosotros preferíamos buena cocina, con productos locales y de temporada —cosas que afortunadamente aprendes a valorar con la edad—, les llevamos a nuestro restaurante favorito.
Una vez allí, a Beatriz, la camarera, no fue necesario explicarle gran cosa. Les guiñó un ojo —el antídoto perfecto para sus fruncidos ceños—, y al ratito apareció con una hamburguesa y unos tallarines para ellos.
30. BUSCO NOVIA
Lo decidieron mientras chateaban. Ella llevaría un vestido rojo. Él, un polo negro y se encargaría de elegir el restaurante.
A la hora prevista entró en el local, su cita aún no había llegado. El camarero le indicó la mesa y le sirvió una copa de vino. Cuando terminó de beberse la tercera y el bochorno empezó a correr por sus mejillas, encargó la cuenta. «Convida la casa» le comunicó el atribulado camarero acompañándola hasta la puerta.
«A ver si me decido ya… con la próxima quedaré en un parque, ¡que me estoy dejando el sueldo en botellas de vino!».
31. Sofía y la fantasía de tortilla de patata
Descubrió aquel rincón por casualidad. Paseaba su melancolía por las calles olvidadas de la urbe y supo que era el lugar ideal para recuperar la inspiración. Acomodado lejos de la puerta y cerca de la ventana, podía verse al poeta aferrado a su pluma silenciosa, mientras Sofía, que caminaba de puntillas para no espantar a las musas, pelaba patatas, batía huevos y atendía mesas.
Entregado a la persecución de poemas esquivos, tardó en comprender que, sobre el mostrador centelleaba la luz que buscaba. Entonces, Sofía le invitó a probar su tortilla y un verso libre se elevó por el aire.
32. La primera cita
Como cada semana reservaba la misma mesa del restaurante, una mesa para dos, decía en su llamada. Una vez allí, se sentaba sosteniendo la carta con firmeza para que no se apreciará el nerviosismo en sus manos. Al llegar el camarero siempre la misma pregunta.
-¿Esperamos o voy tomando nota?
-Puede ir tomando nota.-Decía con voz dulce.
El camarero comentaba a sus compañeros la tristeza que le producía la soledad de la mujer.
Ella por su parte, como cada semana, con esperanza de que él se sentará junto a ella el lo que sería su primera cita juntos.
33. UN RESTAURANTE FANTÁSTICO
─Camarero, que sea la última vez que encuentro una miserable mosca flotando en mi sopa.
─Disculpe, ¡qué vergüenza! Le suplico encarecidamente que no tenga en cuenta este bochornoso detalle. Si desea repetir, le pondremos muchas más y, por supuesto, la ración extra corre a cuenta de la casa. Cualquier cosa con tal de complacer a Su Encantada Majestad.
34. MANTELES TIENE LA VIDA
Observo cómo un camarero del restaurante sirve a un octogenario un plato combinado. Dos pechugas de pollo, patatas fritas y ensalada. Saca un táper y mete dentro una pechuga y la ensalada.
Se come el resto. Y a mi vergüenza le da por opinar.
—Poco es para cenar.
—Se lo llevo a mi mujer, que está en cama. Por la noche tomamos fruta, té. A veces tan solo da para sonrisas.
—¡Qué pena! Tres años con la misma rutina —me dice el camarero.
—Pues sabe que le digo —contesto—, ojalá mi soledad cupiese en ese táper.
35. Plancton
Dudo siempre de que la langosta que me sirven en la mesa sea la misma que les he señalado en el acuario. Esta vez, a juzgar por el gesto apenado del camarero, diría que sí lo es. A mi espalda, el resto de ejemplares sobrevive en el agua, devorando el alimento que desciende desde la superficie. Mastico despacio mirando hacia fuera. El sol acaba de marcharse. Hay ventanas encendidas en los edificios cercanos. En ellas, y en las mesas que me rodean, gente cenando igual que yo. Pronto, como una inmensa ballena azul, la noche nos engullirá también a todos.
36. Resiliencia
Walid mueve la bandeja con destreza entre las mesas del concurrido local. Se aprecia la soltura que adquirió en el café que le vio crecer en su añorada Siria. Sobrado de talento, con paciencia y esfuerzo llegó a convertirse en un reputado chef, antes de huir con lo puesto para conservar su vida. Hoy sirve las mesas en un bar de carretera de La Roda, a cambio de un catre y exiguas propinas. Le encantaría que el dueño del grasiento restaurante se dignara a mirarle, al menos una vez. De ser así, le propondría incluir falafel en los platos combinados.
37. SORPRESAS DE LA GASTRONOMÍA CÁNTABRA
Graciella, la nueva camarera, nunca sabe qué recomendar de la carta. «No conozco estas comidas; el pueblecito donde nací está cruzando el Atlántico».
El cocinero jefe, atareadísimo, señala con el dedo la puerta de salida. Ella, con ojos llorosos, obedece.
En el callejón espera una anjana. Sin palabras, la acompaña hasta la entrada principal del restaurante. Una rociada de colonia, dos besos sonoros y un empujón para que entre.
Sus compañeros han dispuesto la mejor mesa para ella. Con rabas, anchoas ―especialidad de la casa―, una rosa blanca y sobao con vela.
Es la madrugada del día de su cumpleaños.
38. CON AROMA FAMILIAR
Treinta años de camarero aportan muchas anécdotas… Condensadas y duraderas. Conocía cada una de las palabras que iba a pronunciar mi tío, sin miedo a equivocarme.
Mientras él seguía narrando sus historias, centré mi mirada en el peque. Mi sobrino sin hacer mucho esfuerzo, manejaba bien el tenedor y no digamos el manejo que tenía de la cuchara, con la que devoraba hasta rebañar un yogur. Su madre, ajena a él, disfrutaba de su postre y de los relatos del tío.
Saboreé el aromático café y sonreí interiormente. Un año más, mismas palabras, misma mesa, mismo restaurante.
39. LA MESA TRES
La mesa tres, está reservada como cada año desde hace una década, para la noche del catorce de febrero, a nombre María. En el restaurante ya saben el menú y los caldos que deben servir, el mantel que vestirá la mesa y las flores que deben colocar. Llegada la hora, el camarero abre el vino. Al gesto de complacencia de ella una vez catado, él responde con una sonrisa y, dirige una estudiada mirada para el sitio vacío frente a ella, en el momento de llenar la segunda copa.
40. La fuerza de un latido
Madre soltera y víctima de maltrato, Estrella tiene como único objetivo sacar adelante a su pequeña Lucía, la luz de sus inviernos. Para completar un irrisorio salario doblando ropa en la boutique del barrio, hace un mes que atiende las mesas del gastrobar del ensanche, un nuevo local nocturno con espectáculo musical. Maneja la bandeja con estilo por la sala, aguantando las miradas de los babosos de turno, de cuyas propinas depende. Pero en su mente cuenta los minutos que le quedan para ir a escuchar el latido de su niña dormida. El único estímulo que la mantiene viva.
41. LA ÚLTIMA CENA
Soy obeso, cardiópata, hipertenso, diabético, dislipémico, y en la última semana me han diagnosticado enfermedad renal en etapa terminal. Se diría que no me falta de nada…
He pasado casi toda mi vida haciendo regímenes alimentarios. Pero hoy, he decidido pasar página a tanto celibato gastronómico. Estoy cenando en un restaurante privativo para muchos bolsillos. Saboreado cada bocado, sin tener en cuenta hidratos, calorías y grasas… Degustando cada sorbo de vino y disfrutando del postre, el café y la copa.
De pronto, un golpe seco alarma al camarero que con voz quebrada pide una ambulancia. Será mi última cena.
42. EL PRESENTE
En la mejor mesa del restaurante, custodiado por dos gorilas, está Giuseppe, el Viudas. Se rumorea que mató a un cocinero por el exceso de sal en el risotto y a un sumiller por derramarle la copa de vino. A mí, como camarero más veterano, soltero y sin hijos, me toca servirle. Todo transcurre con normalidad hasta que relleno su copa con un Pingus 2019: una gota traicionera vuela rumbo a su impoluta camisa. Los matones saltan como resortes, pero el Viudas los contiene.
Paga con tarjeta y de propina deja la bala que podría haber llevado grabado mi nombre.
43. EL CONSEJERO
Observo al anciano que cabizbajo abraza una cerveza, conozco toda su vida. Sus suplicantes ojos me llaman, sé lo que tengo que hacer. Treinta años detrás de la barra dan para un master en psicología y en la ciencia del silencio, del saber escuchar. Como él, muchos me cuentan sus problemas y también sus anhelos y alegrías, quiero pensar que mis consejos son placebos para el espíritu.
Hoy es mi día libre y me dejo caer por el bar de Anselmo. Algunas veces también necesito terapia de barra.
44. Ciego por las citas.
El inspector Davis acudió puntual y ansioso a la cita a ciegas. Al parecer, tener una doble vida le daba margen para jugársela. Al entregarle la carta, la camarera esbozó una sonrisa ambigua, que aliñó con una jugosa observación al oído. Aquello rebajó su sexto sentido al nivel de instinto primario. En todo caso, suficiente para calificar con notable alto el vinazo que acompañaba los entrantes. Para cuando llegó el asado la botella estaba exangüe y los ojos le hacían chiribitas. Convencido de que lo mejor estaba por llegar, aceptó tomar el postre en un reservado.
45.REENCUENTRO FALLIDO
Si Marian no estuviera empleada en la lavandería que se ocupa de la ropa del restaurante en el que trabaja Samuel, tampoco estaría ahora en el comedor del citado establecimiento, mientras una frase martillea su mente: “Sé que mi hermana se llama Marian y también fue dada en adopción”.
Si Samuel supiera que la persona que ocupa la última mesa es Marian, no tendría tanta prisa en firmar el finiquito.
Si Marian conociera que el camarero que en estos momentos abandona el restaurante llevó puesto el chaleco en cuyo bolsillo halló la nota, saldría corriendo para detenerlo y abrazarlo.
46. TE AMO
Con igual arte que la caligrafía japonesa, anota la comanda. Desfila hacia la cocina dando pasos de maniquí. Y a su regreso, cual aleteo de plumón, deposita suavemente la vasija. Así la ve el cliente enamorado, aunque su timidez extrema le impide hablarle. Y menos declararse. Pero hoy, con la destreza de un cirujano, introduce la cuchara en la sopa y se toma casi toda la pasta de letras. Solo ha dejado cinco ordenadas en el fondo del plato. Cuando ella lo retira, apila otro cuenco encima sin llegar a leer el mensaje que flota en el caldo.
47. CAMBIO DE GUION
Ireneo Ripalda se apresuraba por el comedor abarrotado con una bandeja llena de platos humeantes. Pero justo cuando llegaba a una mesa, tropezó con una silla y la comida salió volando por los aires.
–¡Lo siento, lo siento! –se disculpó el camarero mientras trataba de arreglar el estropicio. Pero para su sorpresa, todos los clientes comenzaron a aplaudir levantados de sus asientos entre gritos de «¡Bravo, bravo!». El gerente reaccionó con rapidez dirigiéndose a la cocina a decirle a los actores de la cena-espectáculo que volvieran al día siguiente.
48. LO MALO NO FUE CUANDO ESTALLÓ LA GUERRA, FUERON LOS AÑOS QUE VINIERON DESPUÉS…
El cliente preguntó al camarero por el menú. Éste le trajo una cuartilla escrita con aquel desasosiego de las cartillas de razonamiento.
Estofado de melona:
Calabaza
Laurel
Ajos
Sal
Orégano
Aceite
Polvorones de bellota:
Bellotas
Aceite
Agua
Azúcar
La nostalgia de las palabras le llevaron a pedir el menú.
El camarero sirvió los platos con aquella mueca española, como si después del fratricidio, los vencidos sólo pudieran mascar hambre.
El caballero pagó la cuenta con la visa de la conciencia, dejó un duro de plata de propina. A modo de pecado concebido.
…CUANDO LO REQUISARON TODO, CUANDO NO QUEDABA NADA.
49 RUBIA
Llevo toda la vida sirviendo mesas. Al principio fue duro, suerte que era joven y no me pesaban las piernas.
Pero lo peor siempre ha sido soportar las impertinencias de algunos clientes, esos que antes me miraban el culo y ahora parecen no verme. Y el “rubia esto, rubia lo otro”, como si no tuviera nombre.
Un tipo ayer mismo: «rubia, trae pan; rubia, una cerveza». ¡Señor, que cruz de individuo!
—Toma, calvo— le dije en voz baja.
Enrojeció hasta el cráneo, y cuando pensé que iba a llamar al jefe, sonrió
Desde entonces, me llama por mi nombre.
50. UN NEGOCIO CASI FAMILIAR
Una de las camareras entró en la cocina del restaurante soltando la bomba:
-Ha dicho que no.
Su padre y el de la novia que no quería serlo, el cocinero, no pudo evitar sonreír y decir: “bien, esa es mi chica”. Su mujer, limpiando una gota de grasa que afeaba un plato, apuntó: “un mamarracho menos”.
A un metro de ellos, la sumiller, una chica venida de la capital hace unos meses, cogía un aro de puerro y salía hacia la sala a la carrera.
-Espero que ahora diga que sí.
Todos asintieron y sonrieron, la familia con suerte crecería.
51. LA CATA
Cuando le pregunté al apuesto camarero si podía recomendarme un vino tinto, se me acercó decidido, me tomó en sus brazos, entreabrió los labios y me dio un largo beso que me quitó el sentido y me sació el apetito.
—¿Le gusta este? —preguntó al terminar mientras yo aún flotaba en olas con aroma a especias, frutos rojos y regaliz.
—No estoy segura —dije temblando.
De eso hace ya dos años y aquí sigo en la misma mesa, con el mismo camarero, cata que te cata, sin poderme decidir.