JUL06. ES SU NATURALEZA, NO LO PUEDE EVITAR, de Jesús Alfonso Redondo Lavín
—Por favor, terminen la fiesta. Hay una denuncia por ruidos contra ustedes.
0,10 ante meridiem y segunda velada consecutiva que nos visitaba el guardia municipal.
No éramos estridentes adolescentes. Superábamos sobradamente talluditas edades y en nuestras barbacoas mensuales, en el jardín del “pareado” de mi amigo, los únicos ruidos audibles eran de copas, risas, rumores de conversaciones y alguna zarzuelilla mal cantada en voz queda.
Esta vez quise indagar, y viendo que el guardia se mostraba harto de repetir tantas veces el aviso, le pregunté:
—Agente, ¿usted me podría decir quién es el denunciante?
No respondió, pero hizo una señal con los ojos hacia el adosado de nuestra derecha.
Mi amigo reaccionó:
—¡Leches! ¡El suizo! Creo que se llama Dolf y su empresa lo ha destinado a España hace unos pocos meses.
Discutimos entre nosotros una estrategia de acercamiento. Decidimos integrarlo, invitándole a nuestra próxima reunión.
Así se hizo.
Dolf se mostró muy participativo.
—“Yo gusta hamón y vino de roja”.
Finalmente, agradecido, ponderó vivamente nuestras costumbres, antes de retirarse a su casa.
…
12,15 de la madrugada:
—Por favor, terminen la fiesta, tenemos una denuncia contra ustedes.
—¡Ostras, increible!… ¡la fábula de la rana y el escorpión, qué raza!
Jajaja, envidia cochina que tienen algunos. las denuncias suelen venir efectivamente de los propios vecinos. Me ha gustado tu relato, Jesús, muy apropiado al veranito.
Los suizos es que son muy especiales (bueno no todos).
Gracias y un abrazo.
Morir matando, muy simpático el relato Jesús. Nuria
Hola Nuria. El hecho fue cierto y ocurrió en las afueras de Madrid.
No he respondido antes porque no se conectaba mi ordenador por alguna razón misteriosa. La misma misteriosa razón por la que ahora si ha querido conectarse.
Una abrazo, desde Mijas, calor pero buena brisa marina.
Jesús Alfonso, no me hagas mucho caso, aunque pude ser un dèjá vu o el alzheimer galopante que me acomete, ¿Quién eres? ¿quien soy? ¿he leído tu cuento en otro momento o en otro lugar? Despeja mi incógnita por favor.
Un abrazo
Te lo mandé a ti de forma privada, para advertirte de un caso que sucedió en realidad y que te podría pasar ati en alguna de tus múltiples fiestas vespertinas. Tranquilo, la cabeza te sigue funcionando, y además muy bien. Menuda ducha que nos has dado este mes.
Un abrazo.
Jesús
Gracias, Jesús Alfonso, te juro que lo he pasado mal pues no recordaba exactamente como había sido.
Un abrazo
Jesús Alfonso, esa situación que sobre todo en verano se repite continuamente, la vivimos y nos resulta a todos familiar; buen final. Saludos y suerte
Gracias, Cala, nombre de flor al menos en Vizcaya.
ya dicen que un suizo es aquel niño rubito que, con los años, entra a trabajar en la empresa de su padre y acaba despidiéndolo sin que le tiemble la mano. Y mirándolo fijamente le dice: «Papá, saldarás tu deuda y luego dejaré que te hundas». ¡Cómo no va a denunciarnos por una fiesta!
Un saludo
Juan M
Pues ese suizo al que te refieres en lugar de corazón, debía tener un reloj sin péndulo.
Gracias por parate a leer el relato.
Jesús. ¿Porqué suizo? Personalmente conozco mucho compatriota escorpión. Si eran las 00:15 no era tan tarde pero si eran las 12:15, una pasada.
¿Tan malos son los suizos?
Me ha gustado. Un abazo.
Nos vemos chamaco.
Anécdota con moraleja, es que estos extranjeros… en lo de que no lo pueden evitar discrepo. Cuando inauguramos esta casa el vecino del 1º (sudafricano él) vino a quejarse del ruido, y le invitamos a quedarse, comió y bebió todo lo que pudo y hasta nos costó echarle muy de madrugada. Me ha hecho mucha gracia tu relato, alejado de tus crónicas familiares.
volveré a la familia, no lo puedo evitar.
Que pases un buen fin de semana. Ya me hubiera gustado estar con vosotros.
¿A las 00.15 y la poli aporreando la puerta? ¿En España? Jesús, jesús, no me lo creo. Pero a saber, si tú lo dices. Qué horror por cierto.
Un abrazo.
Pues tengo que confesar que hace ya bastantes años denuncié a un restaurante con jardín y piscina, bajo mi casa, por ruidos. Era una boda y repitieron hasta la desesperación aquella música de «Manué notarrime la paré queteva llená de cal, de cal…». Te juro que odio esa canción desde aquel día. El hecho era que eran las tres de la madrugada y los municipales se presentaron en el bar.
Un abrazo.
Hola Ana, aquí estamos una vez más y aquí estás tu también fiel a la cita. En fin eres un amor.
Jesús, en pocas palabras has dibujado de una manera satírica el retrato de un hipócrita que, como bien lo dices en el título, no puede cambiar su naturaleza.
Un abrazo.
Hombre aunque sea verano algunos tienen que trabajar, entonces puede molestar un pelín las risas y cánticos a las tres de la mañana.
Ser currante es lo que tiene.
Saludos. Asunción.
Desde luego ser una anécdota real le da un valor añadido. Parece increible.
Saludos
Después de todas esas epopeyas familiares que nos regalas en las que aparecen desde personajes mitológicos hasta fantasmas sin especificar, esta historia con canción del verano me ha sabido a poco, dicho con toda la envidia y admiración posible. Pero tus comentarios (se aprende de todo, desde genealogías, Santa Teresa de Jesús, Gila y sus sinsabores, exilios guerreros, hasta cómo son los suizos)son un puro derroche.
Bueno Miguel, no esperes más. Y lo digo en ambos sentidos; en el temporal, ya ves que ahora te estoy respondiendo y en el de contenido, ya que no sé qué decirte. Volveré a la senda de la que intuyo dices que nunca debí huir. Lo cierto es que mis amigos del trabajo, que ya he dejado, me refiero al trabajo, no a los amigos, saben que escribo relatos y me vienen con sucedidos para que se los «poetice» un poco y no puedo defraudarles. El mes que viene reanudaré mis relatos de infancia, de los hecho que acontecieron a Jesús Alfonso antes de conocerte.
No sé qué más contarte. Sí, una cosa, dices que te jubilas; notarás cambios evidentes en tus costumbres y harás más caso a tu mujer. No tienes escapatoria. Yo por ejemplo he empezado, siguiendo sus órdenes, a mear sentado. La pobre tiene razón, me pasaba como en las y media, que o me «pasaba» o no «llegaba» y eso de dejar húmedos los pantalones, aunque sean los del pijama, es muy denigrante y descorazonador.
Un abrazo y nos vemos.
Los chalets cabreados y los cabezas cuadradas. En fin, que el título lo dice todo.
Llegados a una edad, hay que sentar la cabeza y lo que se levanta más cuando plantas la berza.
Besos.