77. Kalopsia
Desde que llegó, su mirada era capaz de iluminar con bellos matices aquella tierra reseca y torturada; de transmitir la dignidad de las mujeres que, vestidas de un negro suavizado por bordados de colores, extendían bajo los soportales panes redondos, naranjas y tarros de aceitunas; de mostrar la picardía en los ojos oscuros de los chiquillos que jugaban junto a las murallas.
La explosión la sorprendió en el mercado. Tras el desconcierto del impacto, sus manos, con precisión de autómatas, alzaron la cámara; su dedo índice presionó suavemente el botón para enfocar los cuerpos que yacían desventrados; su ojo derecho buscó el encuadre perfecto para las vísceras y midió la luz en el brillo palpitante de la sangre. Estaban a punto de finalizar los ajustes cuando la fotógrafa, horrorizada, consiguió detenerlos. Retiró la mirada del visor y abrió los dedos que se engarfiaban en torno a la cámara. Un golpe seco contra el suelo de piedra, silenciado por gritos de dolor y ulular de sirenas, hizo pedazos el objetivo.
Esta profesional de la imagen demuestra sensibilidad y oficio para captar belleza donde otros solo verían pobreza y pura supervivencia. Cuando tiene la oportunidad de fotografiar a las víctimas de una explosión, su profesionalidad le hace actuar de forma mecánica, solo que, ni incluso ella, es capaz de encontrar nada positivo en la desolación y la sinrazón más absolutas. Está claro que todo tiene un límite.
Un abrazo grande y suerte, Elisa.
Muchas gracias, Ángel, una vez más captas la esencia de lo que queremos contar. Un abrazo.
Terrible dilema para un profesional de la imagen. ¿Mostrar la realidad a pesar de lo cruda que pueda resultar? ¿Censurarse para ocultar lo que es demasiado terrible para ser visto?
Hay fotos que valen un Pulitzer, pero que dejan a quien la hace tocado de por vida.
Tu fotógrafa ni siquiera lo ha pensado, el horror la ha hecho soltar la cámara. Yo hubiera reaccionado igual.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias, Rosalía, ese es el dilema, sí, la posibilidad o no de crear arte a partir del dolor.
Elisa, ese dilema, el de retratar todo el horror para denunciarlo o quedar paralizada ante lo que contemplan sus ojos, es el que muchos fotógrafos, especialmente los reporteros de gueŕra o de sucesos, sufren cada día. Y es que a veces es tanto, que hasta los profesionales más curtidos no pueden soportarlo. Un fuerte abrazo
Imaginaba que sería así, me gusta la fotografía y me interesa reflexionar sobre cuáles son los límites que no se deben traspasar. Afortunadamente nunca me he visto en una tesitura como la del relato. Un abrazaco, Gloria, y gracias por el comentario, tú sabes la ilusión que hacen.