74. La banda del claro
Él siempre quiso ser uno de ellos.
“Vengo a unirme al grupo” fueron sus únicas palabras, pronunciadas con una seguridad recién descubierta.
Las primeras risas irrumpen en el claro. Un simple gesto del cabecilla las silenció.
—Dime, valiente. ¿Qué te hace pensar que puedes ser uno de los nuestros?
—Soy rápido, muy rápido. Y la he mejorado—afirmó empujando hacia adelante la BH roja, heredada de algún infeliz, que mantenía apoyada en su cadera.
Inmóvil ignoró el nudo que le oprimía el pecho y esperó oír la decisión, cual reo que espera sentencia.
Su interlocutor sonrió entre dientes antes de estallar a carcajadas.
—Chaval, necesitas algo más que ese hierro que traes para estar a nuestra altura.
En un segundo un coro se risas y burlas le envuelve. Le ahogan. Con la vista nublada, aprieta los puños y sobre su bicicleta huye.
Sin mirar atrás pedalea con rabia, con furia. Pedalea hasta la extenuación. Y solo cuando sus piernas se cansan de protestar se detiene, para observar asombrado que tiene las estrellas al alcance de su mano. Y allí abajo en el claro, bajo la luz de la luna, todo sigue exactamente igual mientras él observa desde lo alto.
Susana, juegas con la situacion, muy imaginativa, hasta el final. Suerte y saludos