72. LA CAJA
La niña era lo más hermoso que había conocido. Ese doblar el codo y dejar reposar la cabeza en su pequeña mano. Aquellas pupilas fijas, le conmovían sin remedio.
La pequeña tarareaba. En su voz, la conocida melodía sonaba perfecta. Una especie de hechizo que quedaba roto cuando la madre abría la puerta de la habitación.
_ Es hora de acostarte.
_ Un poco más… suplicaba la pequeña y de seguido, afirmaba. Es el regalo más bonito.
Cerraba la caja con sumo cuidado y ella se plegaba. La oscuridad le ponía triste ¿Cuánto tiempo permanecería así? Era una cruel incertidumbre. Ella quería luz. Volver a sentir la belleza de ese mundo prohibido, reflejada en los ojos asombrados del rostro infantil. Girar con la pierna doblada y el brazo curvado sobre la cabeza. Eterna bailarina siempre temerosa de que la niña creciera deprisa y terminara por olvidarla en cualquier rincón del desván.
A veces parece que los objetos que nos rodean tienen vida propia y que su voz nos susurra y su gesto cambia. Como tu bailarina presa en su caja, deseando no volver a ella.
Muy original tu relato.
Suerte y felicidad.