104. La canción más hermosa del mundo
Quiso ser Quijote, descendiente de los Buendía o jugar a la rayuela. Desde que era pequeña soñaba con inspirar a grandes escritores, apoyarse suavemente en la pluma que se desliza sobre el papel o saltar jugetona sobre las teclas de sólidas olivettis. Pero el destino puede ser cruel, incluso con las musas. No consiguió atención ninguna. Los ancianos consagrados ya tenían compañía. Los más jóvenes buscaban inspiración en otros cuerpos y lares.
Salió a la calle. Los enamorados ya no escribían cartas así que intentó, sin éxito, colarse entre los emoticonos del whatsapp. Guiñó el ojo a un camarero que escribía con tiza el menú del día. Dicen que causó revuelo en el mercado y que huyó de la clase de literatura del colegio del barrio.
Llegó la noche y se dejó cautivar por las luces de neón, la música estridente y, especialmente, por el tintineo de los hielos de un whisky on the rocks. Ahogó sus penas y, con su aliento, inspiró la canción más hermosa del mundo. Ella se fue sin saberlo. Él, siguió buscándola por las esquinas.
Mar, bella recreación del mundo del arte, sus barreras, sus musas y las ausencias de estas. Suerte y saludos
Los artistas desde otro punto de vista, genial. Lástima que le costase tanto encontrar alguien que la escuche, que sepa qué hacer con ella. Es curioso, ¿verdad?, como puede salir las historias cuando se adopta un punto de vista distinto.