67. La declaración (Jesús Navarro Lahera)
«¡Cuánto me alegro de que sonrías de nuevo!». Esa era la frase escrita por mi madre en la contraportada del libro Mil palabras con las manos. Me lo había regalado por mi veintiséis cumpleaños. Era una ocasión especial, lo celebraba por primera vez desde el accidente que tanto se había llevado.
Atrás quedaban los cerca de treinta meses de recuperación en el hospital, las lágrimas derramadas por haberme quedado parapléjico, así como los lamentos por saber que jamás oiría el trinar de los pájaros ni la lluvia caer. También eran parte del pasado las noches en vela, las tardes de llanto y las mañanas en busca de las ganas de vivir.
Todo había cambiado con la visita de Alba. Aún recuerdo la primera impresión que tuve al verla. Sentí que el corazón volvía a latir. Lo que más me impactó fue cuando se puso a agitar hacia los lados la mano derecha. La misma que después se llevó al pecho, movió en círculos en el sentido de las agujas del reloj y luego juntó con la izquierda, mientras en sus labios podían leerse las palabras: «Encantada de conocerte».
Muy pronto, por fin, le pediré por signos que se case conmigo.
Ya dicen que no hay mal que por bien no venga. A veces, de una desgracia puede brotar una bendición, quizá por eso no deberíamos lamentarnos tanto cuando parece que nos vienen mal dadas, porque tal vez solo lo parece. Para comunicarse hay muchas formas, los sentimientos, sin embargo, son únicos.
Un relato con un protagonista a quien un hecho no deseable le condiciona para siempre, pero hay otros hechos que también pueden condicionar en el mejor de los sentidos.
Un abrazo y suerte, Jesús
Muchísimas gracias, Ángel, por tus siempre cariñosas palabras y completo análisis. Un abrazo muy grande
Jesús, la vida nos da y nos quita a su antojo. A tu protagonista le quitó hasta las ganas de vivir, para devolvérselas después.
Un micro lleno de esperanza: por muy mal que se pongan las cosas, siempre podrán venir cosas buenas.
Un abrazo y suerte, jefe.
Muchas gracias, querida Rosalía. Como dices un micro de esperanzas, de reveses y en esta ocasión con final feliz. De vez en cuando es bueno que las historias acaben bien. Un abrazo.
La vida es adaptación, pero algunas veces adaptarse es difícil y costoso. Me alegro de que, a pesar de esas penosas circunstancias, tu protagonista haya encontrado la ilusión suficiente para seguir adelante.
Preciosa historia, Jesús. Un besazo.
Muchas gracias, Ana María. Me alegro que esta historia de esperanza te haya gustado. Un abrazo muy grande.
La capacidad de adaptación del ser humano es sorprendente, sobre todo si tiene una motivación. El amor ha salvado a este chico y le ha devuelto las ganas de vivir.
Una historia de superación contada en poquitas palabras.
Muchas gracias, Rosa, por tus palabras. Resumida a la perfección la historia, que va de motivaciones, amor y superación de problemas. Un abrazo
Este ingenioso microrrelato vuelve las miradas de la mayoría de los lectores hacia la ternura de la historia de los discapacitados. Y está muy bien. Todos tenemos derechos y si es al amor, más que justificado, pero voltémonos hacia la figura de la madre: su mensaje es un aliento de vida para siempre. Sin el sentido de ese corto escrito el protagonista quizás no hubiese podido superar su condición y seguir buscando la felicidad.
Muchas gracias por tu análisis, querido José Enrique. Como sueles hacer, miras la historia al completo y encuentras el hueco dejado para cada personaje. Un abrazo muy grande