92. La lista del general
El olor de la uva madura le recordaba a otros tiempos, cuando sus huesos no podían predecir la lluvia. El general presumía de tener la mejor bodega de Alemania. Defendía la superioridad del vino ario sobre el resto de vinos europeos, en especial el francés, que le parecía orín de asno. Afirmaba que caballeros teutónicos llevaron el vino alemán a Tierra Santa, y que fue elegido por Cristo para la Última Cena. Ante la escasez de mano de obra, un amigo que dirigía un campo cercano le prestaba un lote de mujeres y niños judíos en buen estado.
-Mis uvas solo las tocan manos delicadas – se jactaba ante sus oficiales. Acabada la vendimia, lobos vestidos de gris cargaban a unos corderos asustados con un tatuaje en el brazo en un tren. El mismo que llevaba toda la producción de la bodega camino del puerto de Hamburgo.
Semanas después el general recibió una llamada en el club de oficiales. Le confirmaban que un carguero con bandera uruguaya acababa de zarpar.
En las bodegas, entre barricas de auténtico roble de la Selva Negra, viajaban los judíos camino de la tierra prometida. Entonces alzó su copa y brindó por la salud del Fürer.