42 La liturgia de las horas
Ha despertado con el cuerpo bañado en sudor y la entrepierna anegada de aquel fluido denso como la savia que le ha provocado el sueño. Aunque se hace atar las manos a los costados de la cama al acostarse, esta noche ha vuelto a sentir placer.
A las cinco, ha acudido Sor Inmaculada. Ha prendido la mecha del candil, ha deshecho los nudos, ha dejado las cuerdas sobre el reclinatorio y se ha ido. Apenas se han mirado para susurrarse un Buen día te dé Dios, hermana. Se ha lavado con agua del cuenco de loza, se ha ceñido el hábito y ha acudido diligente para rezar las Laudes a las cinco y media en punto. A partir de entonces, ha sido un diente más en los engranajes del reloj que designa las horas del convento. Pero ahora, mientras el sol tiñe de rojo el cielo de poniente y la congregación reza las Vísperas, a ella le turba su ansia por la llegada de la hora de las Completas, la última plegaria del día, la que le abrirá las puertas de la noche, del cielo y del infierno.
Una jornada completa para actuar según un marcado y correcto programa, y unas horas extra para lo prohibido e incorrecto. Dos vidas en una, que se complementan.
Un saludo y suerte, Josep
¿Habrá cosa más incorrecta que vivir encerrada voluntariamente? Quizás atar los deseos básicos sea peor aún. Menos mal que están los sueños para liberarla.
Oscura historia muy bien contada y excelentemente escrita.
Anotada como candidata al libro.
Suerte, Josep.