47. La magia de la luz (María José Escudero)
Llegó en un cayuco a nuestra costa, aferrada a los brazos inertes de un cuerpo frío, y la recogieron los supervivientes de una isla olvidada que nunca habían tenido ocasión de contemplar el arco iris. Por aquel tiempo, el mundo era un inmenso archipiélago de lodo. Por eso, al ampararla en su regazo sospecharon que el destino se había equivocado de paisaje. La niña, clara de piel, tenía un mágico resplandor en la mirada que la distinguía de las sombras agónicas que poblaban aquella insignificante mancha marrón de la tierra desgajada. Y pronto, animados por su viveza forastera y pegadiza, limpiaron los caminos, encalaron las paredes y las ropas carmelitas que dormitaban en los tendales se transformaron en banderines de fiesta. Con ella regresaron la luz del alba y los atardeceres. Por ella recobraron el asombro y el deseo. Pero mientras la niebla insular se desvanecía y brotaban hojas en las ramas correosas, la niña medraba despacio y miraba de soslayo el horizonte en busca de un punto de fuga.
Llegado el momento, la despidieron con música en la playa y, aunque en el cielo amagaban las nubes, la esperanza ya había prendido en el vientre de nuestras madres.
Un pequeño detalle, un mínimo resquicio de luz en una existencia gris, puede hacer que, poco a poco, igual que de una semilla germina un árbol, que acaba derivando en un hermoso bosque, todo cambie para mejor y de forma exponencial. La llegada de esta pequeña restableció el brillo perdido en unas vidas plomizas, que habían olvidado la alegría del color.
Quizá es verdad que nada es para siempre, pero no lo es menos que todo tiene alguna consecuencia, aunque no sea más que una mirada o unas palabras. Esta enviada de la alegría acabó marchándose, pero dejó un legado lleno de beneficios para todos. Hay personas con ese don. Lo que daríamos en estos momentos inciertos que vivimos por un poco más de confianza, ilusión y perspectiva, como la que recibieron los habitantes de esa isla.
Un relato lleno de optimismo, como un cuento clásico con buen final, que se lee con agrado y deja buen sabor.
Un abrazo y suerte, María José
Para empezar, muchas gracias por la visita, Ángel. Muchas gracias, por supuesto, por
el comentario también porque es un resumen embellecido de mi humilde propuesta. Efectivamente, la luz hace brotar sentimientos positivos. Cambia la percepción del mundo exterior y, sobre todo, influye en nuestro estado ánimo. La luz es energía transformadora, es esperanza. Es lo que quiere transmitir este sencillo «cuento clásico» ( me encanta lo de cuento clásico) porque en los tiempos de incertidumbre que vivimos nos hace mucha falta. Gracias de nuevo y un abrazo.
Hola, María José.
La luz es un concepto que se presta como ningún otro a la metáfora. Sin ir más lejos, la protagonista de tu relato ejerce de luz que alumbra el paisaje tenebroso que parecía haberse instalado en esta comunidad. Paradógicamente, ella misma parece provenir de un lugar bastante oscuro y llega a esa isla olvidada en unas condiciones bastante sombrías.
No sé por qué, a mí me ha dado por equiparar esta historia con el problema de la España despoblada. He imaginado que alguien de fuera prendía la chispa del renacimiento de un pueblo condenado a la desaparición, pero para que el final hubiera sido completamente feliz, el artífice de ese milagro debería haber hecho de ese pueblo su pueblo y no mirar hacia otros horizontes, aunque, para redondear esta especie de historia paralela que me he montado con tu relato, me imagino que este «ser de luz» es un enviado cuya misión es reavivar la luz de muchos lugares y que, una vez cumplida su cometido en este sitio, parte hacia una nueva misión.
Recibe un abrazo lleno de energía positiva, que buena falta nos hace a tod@s. Mucha suerte, María José.
Hola, Ángel. En primer lugar, muchísimas gracias por detenerte a leer y comentar este humilde relato que como tú bien dices puede prestarse a diferentes interpretaciones como las tuyas que son perfectamente posibles.
La visita de un ser mágico que va buscando ( pese a los contratiempos) su lugar en el mundo puede ser el revulsivo para que la existencia anodina y resignada de un pueblo
olvidado pueda cambiar. La luz, su luz transformadora representa la esperanza necesaria para subsistir, esa es su misión seguramente. Muchísimas gracias por tu energía positiva y un abrazo, Ángel.