54. LA MIRADA INOCENTE (Belén Sáenz)
A Hakim le ha despertado el repiqueteo de una gaviota en el alféizar y el sabor del Mediterráneo en los labios. Ante su vista, el horizonte, ininterrumpido tras el derrumbamiento de manzanas enteras de edificios, es una franja azul, quieta y luminosa.
Hay un hombre tendido en la calle. En el pecho, como una condecoración no deseada, la estrella negra del disparo a quemarropa por el que se le ha escapado la vida. Hakim busca en silencio conchas y caracolas para honrar el cadáver y limpia el polvo que le desfigura el rostro. Sabe que es un soldado enemigo, pero también quien le ha traído el mar. El mar. Lo había deseado tanto desde la primera vez que lo vislumbró, entre dos estrechas calles de su Gaza natal, aupado a los hombros del «Minarete», el muchacho más alto de su escuela. Antes de correr hacia la orilla, atiende una vez más al rumor de las olas y acaricia los cañones del fusil de asalto que había colocado al costado del hombre. Pensándolo mejor, decide tomarlo prestado. Sonríe. Hoy, cuando juegue con su hermano a fusilamientos, ya no tendrá que apuntar con el dedo y decir «pum».
Quien acuñó el dicho de que «las armas las carga el diablo», cargado de razón estaba, valga la redundancia. La violencia solo engendra violencia, que cuando se une a una palabra con la que concuerda: inocencia, se produce una combinación peligrosísima por cuanto se eterniza algo que nunca debiera de haber sucedido. Tu protagonista ha normalizado lo inaceptable, al no tener más remedio que vivir con ello. A falta de otra cosa, él aprecia belleza donde solo hay desolación, asimilando todo a un juego, que de lúdico, divertido e instructivo nada tiene, sino al contrario.
Un abrazo y suerte, Belén.
Es terrible lo que describes y terrible lo que está pasando en ese país. El final es demoledor por lo que da a entender. Y es que la violencia solo puede generar más violencia. Qué les quedará a los niños que sobrevivan a la masacre de su pueblo, sino odio y deseo de venganza.
Está muy bien desarrollado pero es tan duro que duele.
Belén, me has dejado con el corazón encogido. Si ya es duro reconocer en tu micro una realidad demasiado terrible, el final resulta absolutamente desolador. Un micro durísimo pero necesario.
Un abrazo y suerte.
Terrible historia la tuya. Dime Belén, ¿el protagonista de tu historia pierde la inocencia justo en el momento en el que coge ese fusil y se imagina, lleno de poder, jugando con su hermano?
Un relato muy duro.
Nos leemos
Un relato muy bello. Lo triste es que sea real.
Un abrazo, Belén.