57. La mujer sin nombre (María Rojas)
Al chiminango del centro del patio lo partió un rayo dejando el tronco seco que, terco como el abuelo, se niega a caer.
La mujer de silencios, la que apareció de la nada, la que todo lo que toca germina, sembró en la oquedad del tronco matitas de cilantro, cimarrón y perejil que no tardaron en reverdecer entre las grisáceas melenas, agitando sus olores cada vez que el aire aletea.
En las tardes ventosas la mujer se sienta a evocar retozos, a imaginarse que es una niña y que su mamita, la cocinera andina, la abraza en aromados verdores.
Hay personas que sin necesidad de palabras tienen una fuerza enorme para transmitir, perdurar y hacer que todo reverdezca de la manera más humilde. Es el caso de tu protagonista, que de un tronco perdido consigue hacer un vergel, con el que evoca la época en la que fue más feliz, que seguro que también sirve de alimento para el alma a quien lo contempla.
Un abrazo, suerte y felices fiestas, María
Así es, estimado Ángel. El alma se alimenta en silencio. Otro abrazo y felicidades.
María, siempre me transportas a lugares bellos llenos de palabras e imágenes lindas que trastocan los sentidos.
María, qué texto tan bonito y qué silencios tan significativos; pero lo aromas…los aromas han sido lo mejor. Enhorabuena. Nos leemos. Yo también imagino que escribo.
Gracias, por las palabras tan lindas. Felicidades y besos Helena y Cristina.