17. La posteridad
El concierto comenzó.
Había luchado tanto por llegar hasta ahí, que un estremecimiento angustioso le recorría el esófago inquietante como un áspid… El aforo completo, las autoridades, la prensa, todo aquel barullo de pensamientos se arremolinaban batallando por su atención. No obstante, los años de entrenamiento y conservatorio, los múltiples sacrificios, dedos y espalda agarrotados, los miles de recitales, su profesionalidad al fin y al cabo, actuaban de catalizador de todo aquel marasmo de sensaciones. Además, el pianista, tenía un talismán en el bolsillo que acariciaba distraído mientras los vientos iban terminando y preparando su gran, única y esperada entrada.
Y así daría la vuelta al mundo con ese endiablado solo al que muy pocos osaban enfrentar.
Y todo aquello habría valido la pena.
Inspiró profundamente y soltó el aire despacio. Algunas toses salpicaron el teatro, pero de pronto se formó un pesado silencio de apenas dos corcheas precediendo el subsiguiente apogeo.
Justo en ese instante la insidiosa melodía de un móvil llenó de estupor la sala.
La orquesta contuvo el aliento cuando el músico se levantó y apuntó con matemática precisión, (perfecta coordinación viso-motriz), su arma contra aquel zafio.
El intérprete obtuvo entonces los ansiados titulares.
Divertido Susana y muy bien por el lanzamiento del arma al individuo incapaz de respetar nada excepto su jodido móvil. Apaguen sus teléfonos se repite miles de veces, pero los capullos son los capullos, espero que le haya dado bien en el centro de los ojos. Suerte
Dalo por hecho! Su precisión ojo mano es inmejorable! Muchas gracias!
Y tras la rápida, efectiva e inesperada acción del músico, efectivamente, «se acabó la función», como reza el lema de esta convocatoria. Si por ello pasó a la posteridad es que el castañazo debió de ser de órdago, con fatales consecuencias, por lo que se hizo impensable continuar la actuación. Toda la rabia del momento de su vida malogrado en un certero lanzamiento. La violencia casi nunca es justificable, pero entendemos a tu protagonista, mucho más que al descuidado del móvil. Queda la curiosidad de saber qué es lo que sirvió de proyectil, ese amuleto, pero precisamente su inconcreción le añade un barniz de misterio que le sienta estupendamente a esta historia.
Un abrazo y suerte, Susana
Pues no lo sé muy bien, pero yo suelo llevar una pelota de golf. Con esa se puede hacer mucha pupita… Mil gracias, Àngel.
Me gusta mucho cómo lo narras, el esfuerzo y los nervios del pobre pianista, y sobre todo el giro final, la gente es taaaaaaaaaan pesada con los dichosos móviles. ¡Mucha suerte!
Muchas gracias, Sara. La vida del músico es muy sacrificada. Y sólo lucen en contadas ocasiones frente a horas y horas de estudio. Que venga alguien y te jod* «tu» momento no debe de ser fácil de gestionar…
Un poco drástico tu protagonista, pero es que no se puede consentir que alguien fastidie ese momentazo tan importante de su vida con la melodía impertinente de su móvil,.
La verdad es que lo he visualizado con un agujerito entre los ojos.
Un abrazo y suerte.
Es un encanto!! Algo impetuoso, como todos los artistas… Jijiji. Muchas gracias, Rosalía!
Muy divertido, Susana, ese giro final de tu micro y todo du desarrollo. ¡Enhorabuena! Un fuerte abrazo. Gloria
Muchísimas gracias, Gloria. Un abrazo para tí de vuelta!