65 La rosa del millón de euros (Asunción Buendía)
El universo botánico me era tan ajeno como lo podía ser una base de seguimiento espacial, sabía de su existencia pero hasta ahí llegaban mis conocimientos.
De modo que cuando mi vecina me pidió el favor de cuidarle su rosal durante una mañana haciendo hincapié en “que nunca me lo habría pedido de no contar con nadie más”, acepté, visualizando algo así como los geranios de mi abuela.
Comenzó a darme instrucciones que además traía por escrito. Luego pasamos a ver su balcón y aquella única rosa.
Si hubiera entrado en la mencionada estación espacial, no me habría causado tanta impresión como aquella maraña de cables, goteos, termómetros, válvulas, parasoles, lupas, ventiladores, humificadores, deshumidificadores etc.
Su florecilla en cuestión tenía ya varios premios nacionales e internacionales y optaba al más preciado: un millón de euros, otorgado a su color. Un color rosa, para mi gusto, desvaído.
Yo debía vigilar que aquel despliegue técnico no fallara.
Al día siguiente así lo iba a hacer, cuando al contemplarla de nuevo hubiera jurado que me observaba como yo a ella, con atención, con curiosidad, mientras su brillo se acentuaba… ¿se ruborizaba?
Entonces escuché, cual dulce canto de sirena, su voz:
— ¡Por favor! ¡Libérame!
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Hola, Asunción.
Te has marcado un cuento en toda la regla.
Menudo dilema le has dejado a la pobre vecina, si ayudar a esa pobre «criatura» a escapar de su obsesiva carcelera o cumplir con el cometido que le habían encomendado y no complicarse la vida y la vecindad.
Original y muy imaginativo. Te deseo mucha suerte y te mando un gran abrazo.
Hola, pues el final del cuento queda a disposición del lector, yo creo que no podrá desatender la petición y la liberará. Porque al fin y al cabo es un ser vivo.
Un abrazo para ti también
Una de dos: O esa rosa, con tantos cuidados, ha desarrollado una inteligencia inconcebible en una planta, acompañada de elementos físicos como las cuerdas vocales que le permiten hablar, o en realidad es una criatura de otro planeta, semejante a una rosa terrestre, pero muy distinta, apresada por su belleza y la posibilidad de enriquecer a alguien.
Un relato muy imaginativo, que traspasa los límites de la realidad para sorprender con un final inesperado.
Un abrazo y suerte. Asunción
Hola Ángel, no no es ningún alien extraterrestre, simplemente es un ser vivo que se ve obligado a lucir en una jaula de oro y prefiere ser libre aunque pierda esos cuidados y atenciones. Un abrazo querido Ángel
Qué buen final Asun, me ha gustado mucho. Para nada esperaba que esa rosa pudiera pedir salir de allí. Felicidades y suerte.
Besicos muchos.
Ya ves Nani en los cuentos puede pasar cualquier cosa y en la vida también, solo hay que escuchar atentamente.
Un beso y gracias por tus comentarios Nani
Me he acordado de El Principito. Sabio relato. Un beso.
Gracias Maite, que bonita comparación. Un abrazo
Un relato que me conecta por algunos de esos cables de los que hablas con la niña que llevo dentro. Empecé leyendo como una adulta. Terminé creyendo que esa rosa era tan posible como todo aquello que dicen que no puede existir. Me ha parecido genial la capacidad que tiene de ruborizarse, resulta casi más humano que el propio lenguaje. ¡Fantástico!. Un saludo, Asunción.
Gracias por esa atenta lectura, has captado justo lo que quería que se entendiera, que la risa es un ser vivo y que puede albergar sentimientos.
Encantada de conocerte.
Un abrazo
Veo a la pobre flor prisionera entre ese cúmulo de artilugios, más apropiado para una plantación de marihuana que para una rosa, y no puedo menos que compadecerla. Espero que, aprovechando la ausencia de la acumuladora de trofeos a costa de la rosa, tu protagonista libere a la flor.
Me gusta tu relato. Las plantas sienten y la de tu cuento se ingenia para expresarlo (me encantó el rubor). Bravo por ella. Y por ti.
Un abrazo.
Muchas gracia por ese bravo que me dejas. Yo creo que la va a liberar, luego ya veremos como se lo explica a la dueña.
Un abrazo