09. La rueda
Subí. Topé con el techo de cristal. Tuve que bajar dos escalones para encajar en el arquetipo. En mi peldaño recién estrenado, me la tenían jurada. Sufrí el acoso de los altos. Me creí las patrañas y confié en el sistema. Me devoraron porque yo no era la víctima perfecta. Bajé otros dos escalones. Salí en los papeles. Me encumbraron y escalé la cima en décimas de segundo, bastante más allá de las estrellas. Jugué bien el papel. Lo absorbí. Se me atragantó, casi me mata.
A la vez que vomitaba, bajé hasta el punto de partida.
Empecé de nuevo con otro rol, mucho más maduro, certero, resignado. Poquito a poco fui ascendiendo. En esta ocasión, bien calladita. Social. Adecuada.
Alcancé la cima en el otoño de mi vida: bien fundado el escaño; muy bien asentada. Me convertí en una urraca, blanca y negra, con cadáveres en el armario. Plumas azules de las que no quiero hablar.
Eliminé la conciencia, el espíritu, las babas nocturnas.
Ahora miro por encima del hombro a mis congéneres y les lanzo canicas desde lo alto de la escalera.
Sonrío.
Un relato lleno de simbolismo, con los escalones como metáfora de las dificultades para ascender en el plano social y laboral. Tu personaje parece que, para estar por encima de los demás, ha necesitado perder y aprender que ciertos estatus no se consiguen de forma noble, sino a costa de pisar a otros.
Un abrazo y suerte, Susana
Tu urraca consiguió lo que quería pese a los “cadáveres en el armario”. Y por supuesto, una vez conseguido y afianzado, quería venganza sobre otros pobres diablos. Lo de las canicas da una imagen visual muy acertada.
Es terrible que para alcanzar sus metas algunas mujeres se transformen y acaben convertidas en una pieza más del sistema para seguir perpetuándolo.
Es un micro muy profundo y simbólico, y al mismo tiempo realista.
Un abrazo y suerte.