Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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19. LA TARASCA

Satisfecho, se limpió en el hábito de la novicia, acurrucada y llorosa en su camastro.
Se subió el gregüesco, se cerró la bragueta y dándose la vuelta salió con sigilo al claustro. Llegó a la ventana por la que había entrado y dejó caer la cuerda, que hizo un ruido sordo al golpear el empedrado de la travesía que rodeaba el convento de las Capuchinas.
Dos alguacilillos de la Santa Hermandad le dieron el alto y sacando su espada ropera se lio a mandobles con ellos, hiriendo a uno de ellos con una estocada en el pecho y al otro en la pierna.
Echó a correr hacia la plaza de Zocodover, donde se celebraba la procesión del Corpus. Unos gigantones danzaban y giraban sin cesar.
Detrás, los campesinos tiraban frutas podridas a una especie de dragón, con cuerpo de galápago que llevaba encima una mujer de trapo y que tenía una cola escamosa de color verde, con un aguijón en el extremo.
Al llegar a su altura, unos gañanes metieron palos entre las piernas de los que llevaban el engendro apocalíptico, que se derrumbó.
Vio venir al monstruo, se tapó con la capa, pero el aguijón le atravesó el corazón.

9 Responses

  1. Alvaro Abad

    Me he visto tirando frutas en esa procesión. Me ha gustado la prolífica descripción del momento.
    Suerte, epífisis. Un cordial saludo.

  2. Eso se llama justicia divina, me parece. Tenía toda la pinta de que iba a acabar mal por chulito.
    Me ha gustado como lo cuentas y aunque desconocía algunas palabrillas, ya me he hecho con ellas.
    Buenas noches Epífisis y como dice Álvaro, mucha suerte.

  3. ton pedraz

    Hola Epífisis.
    Estupendo relato el que nos dejas, con el mensaje claro de «quien a hierro mata, a hierro muere». Mucha suerte.

  4. Ángel Saiz Mora

    Tu relato, además de ser la crónica de una práctica popular bien documentada, supone también un acto de justicia, en un tiempo en el que nos hemos dado cuenta de que la impunidad por ciertos actos ha sido algo generalizado. Digo esto porque, por algún motivo, imagino a tu villano protagonista perteneciente al clero. Es fácil que me equivoque, pero de una forma o de otra, queda reflejado que donde la moralidad y las leyes de respeto de los hombres no llegaron a imponerse (los alguacilillos fracasan), una actuación entre fortuita, mágica y divina pone las cosas en su sitio, con ese dragón del día del Corpus.
    Un abrazo, Epi. Suerte

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