79. La última… y me voy (Rosy Val)
«¡Bah!, una buena capa todo lo tapa» farfulla Matilde mirándose en el espejo al tiempo que guarda sus lamparones en el abrigo. Pellizca su cara de viernes y se ahueca el pelo. Después, mete la lista de la compra en el monedero junto a dos billetes de cincuenta y unos euros sueltos. Desde el descansillo clama a sus hijos, varias voces después, entran en fila india en el ascensor. A su derecha el carrito. Al otro lado Daniel, el más pequeño, se aferra a la manga de su abrigo. Los mellizos, delante, cuchichean sin parar, saben que en la calle caminarán sin tregua hasta la puerta del colegio. Con un adiós en la mano y prisa mañanera se aleja de ellos.
Apenas entra en el bar sus ojos avanzan hacia ella —no puede por menos, su música y colores la embelesan—. Tras aparcar el carro entre su voluntad y un paragüero le pide un café bien cargado con un chupito de olvido al camarero. Saca unas monedas…
No es hasta el mediodía, cuando entra en casa, que cae en la cuenta. La cartera está limpia, el carrito vacío y su remordimiento por los suelos.
Pero, la última nunca llega…
Rosy, me ha enganchado tu relato (seguramente, como una sanguijuela debe de hacer ante un cuerpo repleto de vitalidad y sabrosa sangre 🙂 ). Vamos, que no quería que se terminara.
«Tras aparcar el carro entre su voluntad y un paragüero’: magistral, original, plástico!!!
Me ha encantado, Rosy.
Y que no, que no sea la última… historia que nos cuentes.
Un besazo.
Gracias, Amparo, a mí sí que me encanta que me leas con tan buenos ojos, y de seguir contando historias por aquí, hasta que no me echen…
Un abrazo fuerte.
Rosy, fenomenal historia de una triste y dependiente realidad bien contada en sus matices mas pequeños. Suerte y saludos
Calamanda, gracias por tu estupendo comentario.
Un abrazo.
Esta buena mujer necesitaba alguna salida, con la que descansar de tanta obligación, el problema es que elige la más equivocada, hasta convertirse en ludópata. La cara que se le tuvo que poner al final de tu relato concuerda muy bien con la imagen propuesta. A ver qué comen hoy esos pobres muchachos.
Un drama cotidiano, que bien pudiera ser real. Contado desde el punto de vista de la protagonista, cuyas sensaciones nos llegan de principio a fin.
Un abrazo y suerte, Rosy
Una pena que la ludopatía sea el camino que eligen algun@s cuando no pueden salir de un problema o una situación complicada. Sin saberlo se meten en una mayor.
Un gusto que me comentes.
Gracias y un abrazo.
Tal vez buscando evasión, la protagonista ha llegado a desarrollar un trastorno incontrolable, una grave enfermedad incluso, que la obliga a aparcar su voluntad y todo a su alrededor pasa a ser secundario, tambien sus hijos. Tremenda historia a la que vamos poniendo cara y gesto con esas frases tan descriptivas. Estupendo, Rosy. Un beso y mucha suerte.
Hola, Maria José, qué no estará pasando por su cabeza para aparcarlo todo y que el juego sea lo único que la mueva. Cuántos casos reales como mi historia… 🙁
Un beso grande y suerte también para ti.
Hola, Rosy. Una historia terrible la que nos traes, por lo difícil que debe resultar salir de esa situación para la que la padece en primera persona y para los que la rodean, que también sufren sus consecuencias. Aunque no frecuento los bares y, por lo tanto, no es que haya visto a demasiada gente en esa situación, me resulta muy natural y creíble. Supongo que, como en otros casos, los protagonistas de historias tan tristes como ésta se creen un poco «invisibles» y a salvo, al menos momentáneamente, «escondidos» bajo su «pequeñez», pero no suele ser, agravándose, con miradas y comentarios, aún más el padecimiento. Buen relato. Besos y suerte.
Mujeres y hombres que se levantan por la mañana con el único afán de bajar al bar. Se abandonan físicamente, de las tareas cotidianas, hasta su familia llegan a importarles un bledo. Una enfermedad mental en toda regla.
Sabes que me gusta verte por mis letras.
Un abrazo fuerte.
Me gusta mucho, Rosy. Tu historia es de esas que ponen los pelos de punta, sobre todo esa frase maravillosa: «Tras aparcar el carro entre su voluntad y un paragüero…». Y el título, buenísimo.
Suerte y abrazos.
¡Hola, Anna!, compañera de mesa y de «ricos platos» gracias por tu generosidad.
Un abrazo grande.
La ludopatía es un salto al vacío que ni siquiera la responsabilidad y el amor por sus hijos podrá parar. Tremendo y, por desgracia, demasiado real. Excelente, Rosy. Abrazos y suerte.