43. La venganza (Rosy Val)
No pienso dar datos. Solo hablaré del color, azul cielo, a lo sumo. Les diré que iba bastante deprisa, que no me dio tiempo a ver nada más. No confío en la justicia, demasiados limbos jurídicos.
Tú no te acuerdas de lo que pasó con el hermano de nuestra vecina, cuando se apañaron entre las compañías y el otro se fue de rositas; eras muy pequeño. Pero ese malnacido, vaya si se enterará de todo a lo que tendrás que renunciar. Apuntarte a futbito, aprender a patinar, escalar montañas, mantener la ilusión de querer ser bombero… Porque su hijo, supongo el que iba en el asiento de atrás, seguirá con su vida y entrará cada día, por su pie, en su selecto colegio. Cosa que tú, aunque vayas a uno público, solo podrás hacerlo guiado en una silla, si es que te despiertas… También es una casualidad que tu madre trabaje en tráfico y que a mí me diera tiempo a memorizar la matrícula (capicúa por cierto) de ese pijo descapotable. Con lo deprisa que iba.
Una mujer sin confianza en la justicia, sin resquicios de eso que llaman capacidad de perdonar. En parte la entendemos, no le falta razón en una realidad a veces poco entendible, además de comprender el dolor ante la situación en que queda su hijo. Cuando se trata de la descendencia priman los sentimientos, la sangre, los afectos estrechos, en detrimento de la racionalidad o una posible clemencia.
Sabemos lo que va a hacer, solo queda a la imaginación la forma de ejecutar el título de este relato, actual, humano, duro y creíble.
Un abrazo y suerte, Rosy
Gracias, Ángel, por esa estupenda reflexión.
Un abrazo grande.
Cansados de ver lo blanda que es la justicia, aflora la impotencia y la rabia.
Duro relato, pero muy real, Rosy. Te deseo mucha suerte.
Besos apretados.