61. La verdad de un instante
A simple vista no es más que una foto pegada a un muro de hormigón con cinta de doble cara. Una imagen común de cuatro hombres que se divierten en la boda de uno de ellos. El reflejo de la felicidad familiar en una celebración tan importante, una de tantas en cualquier álbum. Pero si me fijo en la sonrisa de mi padre, aún hoy no soy capaz de descifrar su significado. ¿Es felicidad por mi boda o es un intento de ocultar su traición? Conociendo que ya lo sabía todo en ese momento, por mucho que él me lo negara se reía de mí. Y la mano de mi hermano Carlos sobre mi cabeza, índice y meñique bien enhiestos, que tanta gracia me hizo cuando la vi, hoy todavía consigue que cierre los puños hasta hacerme daño. Un dolor nada comparable al que sentí cuando descubrí hacia donde se dirigía la mirada distraída de mi hermano Juan. Mis compañeros me ven sentado en mi camastro mirando ensimismado ese retrato y pensarán que añoro aquellos momentos de diversión pero no saben que haciéndolo consigo sentirme como un cazador en su sala de trofeos, admirando satisfecho las cabezas de sus piezas.