49. La vie en jaune
Me llamo Amalia Rico Llorente, un nombre normal para muchos, pero no para un compañero de clase que dedicaba su ingenio a fabricar apodos. Conjugando las letras de mi nombre y apellidos, creó el acrónimo “Amarillo”. A mí la gracia no me hacía ni pizca de ídem pero me conformaba porque tenía peores ocurrencias. Estaba Pilar Linares Lamas (o la “Pilila”), Teresa Tolosa Nájera (la “Tetona”), Pedro Domínguez Romero (el “Pedorro”), Carlos Canales Sáez (el “Cacas”) o el de nuestro profesor, Manolo Montes Azorín (el “Mamonazo”). La situación se agravaba al sumarle el color de mi pelo, de un tono similar al trigo maduro que mi madre se esmeraba en coronar con un gran lazo de color mostaza, a juego con el uniforme de las Hermanas Piadosas, compuesto por falda de tablas gris y jersey de cuello caja en tono yema de huevo de gallina picasuelos.
El amarillo marcó mi infancia y adolescencia. Todo prometía cambiar al iniciar la universidad, pero entonces conocí a mi marido, Amadeo Ríos Llona y mi vida se sumergió en el dorado. Ahora tenemos tres hijos preciosos: Amaia, Amanda y Amador, un canario flauta llamado Giallo y un gato que responde al nombre de Yellow.
Jajaja, muy bueno; sí que te ha inspirado el color amarillo. Me ha gustado mucho.
Un abrazo y suerte.
Muchas gracias Ginette. Es mi primer relato en este blog.
Muy ingenioso. Un beso.