50. Laura non c’ė (P. Hidalgo)
Aquel lunes, como alguno anterior, arrancó el coche, y enfiló su ruta tarareando la música de su canción favorita. Pueblos y pedanías habitados por ancianos que esperaban su conversación y sus recetas, a los que repartir los nuevos medicamentos y sus mejores chistes. Se reencontró con el nonagenario medio ciego que, al despedirse, le regaló un repollo del huerto que apenas cuidaba ya, con la abuela consumida, que en agradecimiento a sus atenciones, le entregó una funda de cojín hecha a ganchillo en la que llevaba dejándose los ojos y la salud algún tiempo, y con el matrimonio amojamado que le invitó a compartir una última taza de café de recuelo y buen puñado de lamentos. Al volver a casa se enfrascó en acabar de cumplimentar la documentación para solicitar un nuevo traslado, alegando la cada vez mayor falta de pacientes, para ejercer la medicina en otra zona de la España vaciada. Cualquiera donde pueda seguir con sus labores. Desde que Laura le dejó para irse con un casi septuagenario, nada le hace más feliz que cambiarles al tratamiento definitivo, y en esas zonas es difícil que se investiguen los óbitos de los más que provectos habitantes.
Vaya personaje, con lo humanitario que parecía. Tratar de terminar con los problemas de la llamada España vaciada implica más bien repoblar, no acelerar el proceso de mengua poblacional, y todo por puro despecho. Cómo habría obrado tu protagonista si en lugar de irse Laura con un septuagenario lo hubiese hecho con un veinteañero, quizá habría recorrido las universidades repartiendo su dudosa «medicina» enmascarada de alguna forma, esquilmando a la juventud, solo que aquí las alarmas se habrían disparado, la mortalidad elevada en gente joven habría dado qué pensar.
Un relato sorprendente sobre un individuo implacable y sin corazón.
Un abrazo y suerte, Paloma
Algo hice mal, creía haber respondido a tu comentario ayer. En fin, lo que te decía es que a este individuo, la soledad, saca la bestia que lleva dentro, y como bien apuntas, podría emplearse con cualquiera. Escoge los viejos, focaliza en ellos el mal, y sacia la sed de venganza de su animal herido.
Un abrazo, y muchas gracias por comentar.
Sí, ese giro final que le das a la historia acaba transformando al que parecía un hombre amable, que en ese lugar remoto de l España vaciada, parecía desvivirse por sus pacientes, en una bestia cruel y vengativa. Un abrazo inmenso, Paloma. Muy buen relato
Gran giro final al mostrarnos las miserias personales de una persona que a todas luces parecía amable. Parece ser que, desde que fue abandonado, esa canción se ha convertido en la banda sonora de su vida, además de su leitmotiv. Un relato lleno de encanto a pesar de la tragedia que esconde. Enhorabuena y suerte con él, Paloma.
Enrique, muchas gracias por leer y comentar. En este personaje, el bien y el mal conviven, como en la realidad. Quizá le convendría preguntarse qué ha visto Laura en él para dejarle, aunque me temo que como sabe la respuesta, nunca querrá ser el protagonista de otro relato donde se cuente esa historia.
Un abrazo grande
Gloria, muchas gracias por el comentario que me regalas. Me alegro de que haya gustado. A este individuo la soledad le sienta fatal para desgracia de una sociedad que sufre con su lado bestia, aunque no lo sepa.
Un abrazo grande