50. Leila y Alana/Iván (Belén Sáenz)
Nos asomamos desde la negrura sorda del líquido amniótico que compartíamos hacia la luz clamorosa del paritorio. Después, no sé cuántos minutos pasé sola en el vientre de nuestra madre; desde que naciste hasta que exigí a la vida que nos volviera a reunir. Antes de que el oxígeno llenara por primera vez mis pulmones, un tiempo que no podía medir sino por latidos, supe que tendría que esconderme de ti para probarme mi primer sujetador y acallar las dudas sobre el dolor del bajo vientre, la sangre pavorosa. Te acepté como hermano menor, aunque por aquel entonces aún eras la primogénita.
Doce años y has dicho basta. Te he sorprendido asomado desde la negrura clamorosa del balcón hacia la luz sorda del asfalto. Con tu pelo corto, el pecho aplastado bajo la camiseta y una nota de despedida que he hecho propia con mi firma. Hemos contemplado nuestra diferencia en el espejo y has aceptado mi compañía. Antes de saltar, me has cogido de la mano sin apretar y tarareabas una nana para distraerme del alarido de las ambulancias, de la amargura de saber que en el último momento la vida no me permitiría refugiarme contigo en las estrellas.
Dos gemelos inician camino, pero a pesar de haber partido del mismo lugar y casi al mismo tiempo, hay en ellos diferencias que llevarán la desgracia a una de las partes, que arrastra estigmas que le impide vivir con normalidad, buscar la felicidad. Uno habrá de luchar contra una existencia en entredicho, al existir una disensión entre lo que siente y un cuerpo que parece contradecirle. Aún así, juntos hasta el último momento, hasta que las fuerzas para luchar y encontrar la verdadera senda hagan rendirse al que tuvo menos suerte.
Un relato marcado por la impotencia, por la exigencia de una lucha constante que no todo el mundo tiene fuerzas para asumir.
Un abrazo y suerte, Belén.
¡Uff, que hermoso y duro este relato, Belén! Esos hermanos realizan ese camino hacia las estrellas juntos como lo han hecho a lo largo de su existencia, apoyándose cuando esa disensión de uno de ellos es tan marcada que es incapaz de luchar contra ella y de vivir con ella. Mucha suerte, y un abrazo inmenso, Belén
Las circunstancias de cada uno pueden hacer que el clamor del mundo exterior esté hecho de luz o de negrura. Incluso pueden hacerte anhelar aquel silencio primero del interior e intentar recuperarlo, aunque sea a costa de anticipar el final. El amor fraternal puede llegar a ser muy estrecho y fuerte, aunque tal vez no tanto como el amor a la vida… Son sólo unas pocas cosas de las muchas que me sugiere este magnífico, bello y críptico relato. Enhorabuena y suerte con él. Un abrazo, Belén.
Dos secuencias conducen de la negrura a la luz. La primera significa vida; la segunda, muerte. Es tan difícil transfigurar esta historia y tú lo has conseguido. La has transformado en literatura con tu maestría. Magnífica, sutil, delicada. Dejando una estela en el corazón. Bravo, Belén.
Bravo Belén por llevarnos de la mano a ese vértigo de una vida, de dos en este caso, unidas hasta el salto final y esa lucha interna desde el momento de nacer.Suerte