32. Los peligros de la somatización
Cuando Candela, recién estrenada la adolescencia, entró envuelta en una nube rosa y flotando un poquito sobre el suelo, todos miramos a padre esperando su reacción.
Empezó por la cabeza. La piel se dilató, desapareciendo nariz, orejas y labios. Pronto continuó el resto del cuerpo. Se hinchó hasta proporciones descomunales, dejándonos casi sin espacio. Por suerte, un pequeño desgarro dejó escapar el aire, aunque no con el suave silbido de olla a fuego lento de cuando se enfada por una fruslería, sino feroz, descontrolado, con la aleatoriedad del globo liberado por un niño. Su cuerpo subía y bajaba con violentos zurriagazos a derecha e izquierda. Madre abrió presurosa la ventana, hasta que padre, en una de sus idas y venidas, acertó a salir por ella, y madre, como quien se libra de una avispa, cerró tras él.
Le observamos sobrevolar el pueblo, al capricho del viento, en dirección al río, hasta engancharse en un álamo de la orilla, batiendo el récord de la espadaña de la iglesia que alcanzó cuando Andrés, en llamas por una ira descontrolada, arrasó la escuela.
Somos un volcán de reacciones diversas, cada uno da salida a su magma interior de una forma o de otra. Este padre de familia era demasiado irascible, hay quien no aguanta nada porque no hace el menor esfuerzo por comprender y empatizar. Lo mejor que pudo hacer la madre fue abrir esa ventana, antes de que se produjesen males mayores. Ante los previsibles cambios en sus hijos, los padres no siempre están preparados con las dosis de paciencia necesarias.
Un relato que nos dice que toda energía debe ser liberada, pero no vivimos solos y cualquier movimiento tiene, por fuerza, alguna consecuencia. Todo ello narrado de forma poética, convirtiendo el mundo cotidiano en algo diferente.
Un abrazo y suerte, Marian
Gracias por tu comentario, Ángel, siempre tan detallado y certero. En la anterior convocatoria te eché de menos, aunque era comprensible con tus obligaciones de jurado. !Un abrazo!
Es un relato imaginativo, divertido y bien escrito. Esa ira convertida en globo inflado sin atar (todos hemos jugado a dejar que el globo enloquezca) es una gran imagen de ira contenida y expulsada sin hacer daño a nadie. Buen texto. Suerte y abrazos, Marian.
¡Gracias por tu comentario! Me alegro de que te haya gustado.