48. Madrugada, carretera, lluvia, los pequeños… (Rosy Val)
Son las diez de la mañana y sale con Golfo a la calle. Saluda a la gente, sonriendo. Tras quince minutos, vuelve a casa.
Cuelga la correa y la sonrisa en el perchero. Se pone sus deprimidas zapatillas, se ciñe a su bata de condena. Se amarra el pelo en una cola. Va en busca de él, empuja su silla de ruedas. Rebusca en su ánimo y saca una nube para cada ojo. En la cocina, se sirve un café, negro, cargado, sin alegría, y un bol de crujientes lamentos, los mastica de uno en uno:
¡Ay, qué larga es esta vida!
¡Qué duros estos destierros,
esta cárcel, estos hierros
en que el alma está metida!
¡Quisiera morirme… pero no puedo!
Las cuatro de la tarde, desata su pelo, descuelga la correa del perro, se coloca la sonrisa…
La rutina de una mujer con un universo poblado por dos mundos dispares, pero que se complementan. Por un lado, la tristeza de su hogar y la de su propio interior, una vida sedentaria bajo una «bata de condena» como cuidadora de una persona en silla de ruedas (muy acertado ese «bol de crujientes lamentos»); por otro, ese otro ser querido, una mascota de la que se ocupa, cuyas necesidades le obligan a salir al mundo que necesita.
Hay que ver cuánto se puede sacar de unos versos místicos.
Suerte y un saludo, Rosy
Menos mal Ángel, que gracias a su perro no pierde contacto con el mundo.
Gracias por tus palabras.
Saludos.
Hola, Rosy.
Una vida, la de esa mujer, que me entistece muchísimo. Hay figuras hermosísimas como esa «bata de condena» o ese bol de «crujientes lamentos»… Para animarla, le diría que a lo mejor todo es temporal, que las cosas pueden mejorar y que si no lo hacen quizá haya que buscar entre esas paredes -que ahora conforman su vida- nuevas ilusiones para que la carga sea más liviana.
Es precioso, triste, realísimo y me ha emocionado.
Un beso gigantesco.
Hola, Towanda, ¡cómo nos emocionan estas historias…! Si la veo le daré tu mensaje.
Gracias guapa.
Un besote.
Lo de colgar la sonrisa en el perchero me ha llamado mucho la atención. Y con lo de las deprimidas zapatillas y los crujientes lamentos ya recreas la escena de una vida gris, rutinaria y sin alicientes.
Si empezara por dejarse la sonrisa puesta y no la colgara en el perchero…
Enhorabuena.
Y Suerte.
Ya lo creo Esperanza, qué pena que a esta mujer no le quede ni un poquito de eso que tú llevas en tu bonito nombre.
Gracias por comentar.
Me encantan esas metáforas, esas imágenes llenas de emoción, de fuerza, de queja, de dolor, de carcel sin rejas… Qué bien has dibujado los sentimientos de tu protagonista «ciñéndose», «amarrándose», «café, negro, cargado, sin alegría, y un bol de crujientes lamentos», porque la alegría la deja colgada a la entrada de la casa, en el perchero.
Un relato que cala, que inunda, que contagia de tristeza.
Muy bien «amarrados» los versos.
Un abrazooo grande, Roxi.
Sagerá, Amparo…. jajaja, aunque no te creas, me encanta que me regales el oído.
¡GRACIAS!
Un besote grande.
Con tus imágenes, has conseguido meterme en tu historia , que me ha parecido tremenda, por lo rutinaria y al mismo tiempo especial, por tu visión.
Plagio a la compañera que se ha fijado en lo de la «sonrisa colgada», porque también me he colgado yo. Esa frase me ha parecido fántastica.
Toda la suerte del mundo.
Hola, Maria Jesús, si se ve la rutina de la protagonista, me doy por satisfecha.
Jo, qué hermosas palabras… me han llegado al alma.
Como ya han señalado por aquí arriba, hay frases impresionantes, tan metáforicas y descriptivas del estado de ánimo de esta mujer resignada que resulta fácil imaginar su angustia cotidiana. Esa sonrisa de quita y pon es la mejor prenda de la que dispone, la sonrisa y el perro.
Mucha suerte.
María José, el misticismo de la Santa que me ha contagiado.
Gracias por leerme.
Rosy, impresiona tanta desesperacion y negrura en este personaje tan deprimido. Suerte y saludos
Hola Calamanda, el tema obligaba a hacer un micro un tanto desesperado…
Gracias por tu comentario.
Saludos.
Efectivamente, Ana. Con ese título pretendía aclarar el porqué de su sufrimiento. El de la silla de ruedas, seguro que la causa fue la misma, también, pero esas dos nubes, son las lágrimas por sus dos hijitos, una por cada uno.
Me encantas, eres una gran comentarista, tienes una capacidad de análisis, fuera de serie.
¡Gracias!
Un beso enorme.
Efectivamente, Ana. Con ese título pretendía aclarar el porqué de su sufrimiento. El de la silla de ruedas, seguro que la causa fue la misma, también, pero esas dos nubes, son las lágrimas por sus dos hijitos, una por cada uno.
Me encantas, eres una gran comentarista, tienes una capacidad de análisis, fuera de serie.
¡Gracias!
Un beso enorme.
Qué frases tan bonitas has escrito, Rosy. Hacen que la tristeza de la soledad se haga algo menos punzante. Has expresado mucho en muy pocas palabras.
Un abrazo.
Gracias Patricia, por tus amables palabras.
Un beso.
Creo que has puesto el dedo en la yaga. Y además bien. Incontable la gente que se debe poner esa sonrisa al salir de casa. También habrá quién la tenga, por supuesto, pero sobre todo me haces conectar con esa actitud, que también pienso que el que más y el que menos, no le será del todo ajena en algún momento de su vida. Me gusta mucho como lo has planteado y las expresiones que utilizas. Mucha suerte 🙂
Hola, Juan Antonio. Sí, yo también creo que hay mucha gente que disfraza su dolor con sonrisas.
Gracias mil, por comentarme.
Un abrazo.
Enhorabuena por este relato sobre una mujer de acero. Sobre ella y el día a día de su existencia.
Felicidades y mucha suerte.
Ton.
¡Gracias Ton!
Suerte también para ti.
Un abrazo.
Buen relato de duras cotidianidades que desarrollas magníficamente.
Felicidades.
¡María! mi amiga imaginaria… jajaja, muchas gracias, guapa.
Un abrazo.
Rosy, la muerte como liberación, la responsabilidad como fuerza y la dura monotonía como vía de escape; triste historia. Me ha gustado mucho. Abrazos y mucha suerte.
Hola Salvador, ¡Gracias!
Un abrazo.
Rosy, me ha gustado mucho tu relato. Has conseguido con esas metáforas transmitir la profunda tristeza en la que está condenada a vivir la protagonista. Menos mal que aún le quedan fuerzas para fabricar sonrisas, porque parece que no, pero curan un poquito el sufrimiento del día a día…Para risa la tuya Rosy,a ver cuando te veo. Un abrazo
Hola Esti, sí que me gustaría, sí, que nos echásemos unas risas. A ver si coincidimos.
Gracias por tus palabras.
Un besote, preciosa.
Rosy, muy bueno, lleno de imágenes preciosas. Enhorabuena, un relato de altura.
Gracias Lorenzo, por tus hermosas palabras.
Un abrazo.
Interesante apuesta en la que la clave creo que está en el título. Una vida rutinaria en la que solo sonríe al pasear el perro. No se sabe si el dolor que padece lo culpabiliza al de la silla de ruedas o así misma. En fin, un relato que hace pensar.
Pues me temo que sí, Javier, que el de la silla de ruedas es el culpable de su dolor y que el título lo dice todo. Me encanta que lo hayas visto.
Gracias por tu visita.
Un abrazo.
A mí no me parece ni metafórico ni nada por el estilo. Lo único que te digo que hay veces que tengo un cabreo de mil demonios y saliendo es la calle sonrío y hablo con los conocidos como no me pasara nada. Por ejemplo, cuando salen los resultados del concurso y no estoy nunca entre los nominados. Ja, ja, ja , estoy bromeando o quizás no. Un abrazo, amiga,Sotirios.
Gracias Soti, encantada de verte por aquí de nuevo.
Un beso.
A veces un perro es algo más que una mascota, en este caso la protagonista sigue «viviendo» gracias a él.
Triste pero bonita historia.
Un abrazo
Hola, Blanca, qué razón tienes, Golfo le da fuerzas para seguir adelante.
Un abrazo y gracias por tu comentario.