31. Manipulaciones
Imagina una bola fantástica de cristal. Y dentro una cabaña, con un ser huraño, de sonrisa cínica, explotando lenta, mecánicamente, las burbujas de un plástico de embalar. Plop, plop, cada bolita estalla entre sus dedos, y resuena en tu cerebro, provocándote una migraña, y también una mezcla de miedo y repulsión hacia ese ser solitario que representa todo lo que odias. Plop, plop. Porque sabes (igual que yo sé) que él, en su fuero interno, siente que cada burbuja de plástico es una persona. Tal vez yo. Quizá tú. Por eso sonríe así. Es más, ahora mismo observas como ese placer, ese poder, le está haciendo flotar.
Aunque luego cae. Cae hacia arriba, hacia los lados, hacia abajo. Y es sepultado bajo un tremendo alud. Se asfixia; siente dolor, pavor. Pero, en segundos, logra emerger entre la nieve. Sale. Respira. Grita. Heroico, regresa a su cabaña, y a su tarea: plop, plop. Cree que la tormenta ha cesado.
Y puede que sí. O puede que no.
Porque… sé sincero: cuando yo me marche, y esa mágica esfera de cristal, esa magnífica bola de nieve, quede sólo entre tus manos… ¿volverás a agitarla?
Inquietante de verdad ese personaje huraño empeñado en segar almas, que llegue a la de cada persona es cuestión de tiempo. El movimiento de la bola solo paraliza su actividad un tiempo, enseguida vuelve a recomponerse.
Un relato sobre la imposibilidad de detener lo inevitable: que algún día todos estaremos muertos.
Un saludo y suerte, Alberto.
Es una gran suerte contar con tus comentarios, que siempre suman una visión especial y poliédrica a cada relato. Muchas gracias, Ángel y un abrazo.
Si el personaje deshace vidas con cada bolita que explota es un asesino en masa. Además parece que aunque por unos minutos alguien de la vuelta a su vida resurge con más fuerza, parece más él Dios que aquel que tiene el poder de gitar la bola.Suerte Alberto
Muchas gracias, Manuel, es una suerte contar con tu comentario.
Un abrazo