74. Mar de fondo.
Aprovechaba vuestras ausencias para pescar en el lago, junto a la casa. Después me tumbaba sobre la madera del pequeño embarcadero, con la mente en blanco, hasta que el sonido del todoterreno me hacía volver a la realidad. Me escabullía entre los árboles hasta mi cabaña y desde allí os observaba a través de los prismáticos, imaginando que era como vosotros: «Salíamos a navegar y os sorprendía con mi destreza en el manejo del velero. Mentía inventando un padre patrón de barco y ocultando una realidad de maltratos y abandono».
Al caer la noche, permanecía espiando hasta que se apagaban las luces de la casa. Luego me metía en la cabaña, cenaba los restos de la comida ―cuando los había― y me echaba en el jergón intentando que los sueños me devolvieran a la cubierta del velero, que me convirtieran de nuevo en uno de los vuestros. El amanecer me sorprendía despierto, intentando comprender por qué aquella no podía ser también mi vida.
Todo sucedió tan rápido… ni siquiera sé cómo empezó. Solo recuerdo que no podía apartar los ojos de las llamas, mientras oía vuestros gritos de socorro en el interior. Supongo que me cansé de soñar lo imposible.