Esta Noche Te Cuento. Concurso de relatos cortos

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117. MATICES VERDES

El tren penetraba con lujuria en el aire tibio de la mañana. Una joven, sentada frente a mí, rozó accidentalmente mis rodillas. Mantenía los ojos cerrados sin prestar importancia al extraordinario paisaje que se proyectaba en los cristales. La sombra de los vagones jugaba a la comba en la cuneta y la planicie giraba sobre sí misma alrededor de un punto indeterminado del horizonte. La joven volvió a rozarme. Dormitaba indiferente. Me pregunté por el color de aquellos ojos insensibles que parecían desdeñar la belleza que nos estaban regalando. Quizás azules como el hielo, tal vez negros como su pelo, o verdes como los campos de trigo que acariciaban los cristales. Podría enamorarme de la serenidad de sus labios, de sus cejas exquisitas, de aquellas facciones perfectas. Necesitaba despertarla, que me mirara, que mirara la belleza del paisaje, que me explicara el porqué de aquellas dos lágrimas incipientes que asomaban en sus ojos todavía cerrados. Miré nuevamente los campos de trigo, trigo verde como la albahaca verde que ahora se me ofrecía con matices desconocidos.

La joven se levantó de pronto, me enseño su espalda y se alejó lentamente tanteando el pasillo con su bastón telescópico, hasta dejar de existir.

1 Response

  1. Ángel Saiz Mora

    Todos los sentidos son necesarios, pero sin duda, la ausencia de la vista es lo que más limita, impidiendo percibir a veces maravillas, como puede serlo un paisaje a través de la ventanilla de un tren. De ahí esas lágrimas y esos ojos cerrados. Los videntes no sabremos nunca valorar lo que tenemos, la capacidad de disfrutar de los colores y sus matices.
    Tierno relato, a la vez que contundente; sensible y dramático.
    Un abrazo, Luis. Suerte

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