64. Melopea post-Covid
Dispuesta a recuperar el tiempo, bajo decidida en dirección al paseo marítimo. Mis pies, que han olvidado lo que era caminar con chanclas, casi me hacen caer; aunque con el tropezón han salido volando de mi bolsa de playa todas las pipas que no me comí en Semana Santa durante dos años, el ligue que no conocí por culpa de la mascarilla, y un montón de animales de mi malogrado viaje a Tanzania. Eso sí, dentro se han quedado mis ganas de fiesta, que las he sacado justo al llegar al chiringuito. Y mientras bebo sangría como si no hubiera un mañana, me muero de risa observando a la gente alucinar con esa cebra de rayas naranjas y azules paseando por la orilla. ¡A vivir, que son dos días!
¡Alegría, alegría! Me encanta esa bolsa de playa que parece abarrotada con todo lo que se dejó a la espera pero que se lleva ligera por las ganas acumuladas, tantas que provoca un subidón y traspasa la realidad. Suerte y abrazos, María.
El alcohol desinhibe y hasta produce euforia, solo que se trata de una sensación engañosa y pasajera. Todo está en la mente y el alcohol la nubla. Somos química y, según sea la combinación predominante en ese momento, así nos sentimos y vemos las cosas, o al menos, en una gran parte.
Por otro lado, tu relato demuestra las ganas de salir y expandirse después de un periodo de retención obligada por causas de salud pública. Hay un tiempo para todo, pero a veces las cosas se desequilibran.
Un abrazo y suerte, María. Feliz salida y entrada de año también.