34. MI CASA… (Nani Canovaca)
Volvíamos a casa con la alegría de recuperar el aire fresco y disfrutar el bajo de casa. El que normalmente usamos en verano y que deseamos dejar de ver, cuando se acercan las vacaciones y los días de playa.
Con el calor que hemos pasado, cansados por no poder conciliar el sueño, encontrarnos acribillados por los mosquitos y con algún quebradero de cabeza ocasionado por los gemelos, todos ansiábamos poder dormir en las colchonetas del suelo y arroparnos con una sabanita por encima.
Bajamos del coche, entramos cada uno su propio macuto y como habíamos tomado un picoteo por el camino, dejamos todo en el pasillo principal y nos dirigimos al sótano como si no hubiera otra cosa más preciada. Deseábamos dormir hasta que el cuerpo nos doliera.
Bajaron los peques y gritaron. Al escucharlos, como una posesa bajé y entonces fui yo la que grité. Llego papá con Marina envuelta en una toalla tras ducharse, asomaron sus cabezas y gritaron.
Nuestro querido y anhelado refugio, era una piscina sucia y mal oliente.
A otro día supimos de una riada debido a una tormenta y nuestro paraíso, se había convertido en una tortura.
¡Dios mío, necesito unas vacaciones!
Un dicho dice que «como casa no hay nada», por eso nos perturba tanto cuando sucede algún imprevisto, incluso aunque estuviera planeado, como unas reformas. Los hogares son prolongaciones de las personas, el lugar al que siempre vuelven, son, en definitiva, ellos mismos. Tus personajes deseaban llegar a su segunda vivienda para un descanso merecido, pero en lugar de paraíso hallaron infierno. Los regresos, incluso a un edén particular, pueden alterarnos aún más cuando todo se tuerce.
Un abrazo y suerte, Nani
Siempre da gusto leer tus comentarios Ángel. Sabes hacer un relato de lo que lees e interpretarlo como nadie.
Disculpa que no te responda o comente. Estoy enredada en un trabajo que me está absorbiendo el tiempo.
Muchas gracias por todo.
Besicos muchos.