106. «Mi Querido Epitafio»
Alguna vez me asalta la idea de planificar mi óbito.
Imagino mis restos en una caja sencilla mientras se quema en la pira, como en el mismísimo infierno.
Imagino, luego, cómo mis seres queridos siembran mis cenizas en un lugar de la Tierra que visitarán cuando deseen encontrarse conmigo. Yo acudiré siempre a cada cita.
Mi epitafio no quedará cincelado en mármol, ni piedra alguna. Sin embargo será susurrado por el viento, cantado por los mirlos, arrullado por las ramas de los árboles, respirado por la tierra, vertido por las aguas a los ríos, crepitado en cada fuego y amado por cada ser que conozca mi lugar.
Dirán: «Aquí permanece, viva, Isabel»
Me gusta cómo se afronta en tu relato el momento triste del fallecimiento, a mi parecer le quitas drama y le añades belleza y la esperanza de un reencuentro más allá de la muerte.
Un abrazo, Isabel.
Ole y ole.
¿me ha gustado? muuuucho.
¿Cómo sabías lo que yo pienso? Encima lo has bordado.
Un abrazo.
Me encantó tu manera de ver tu partida y ese epitafio, donde tu ser vivirá por siempre. Muy bueno.
No encontré el significado acorde al relato de la palabra favila.
Un abrazo y suerte.
Dicen que las palabras se las lleva el viento, aunque en este caso viven en él, como en el resto de la naturaleza con la que tu protagonista ha entendido que habrá de fusionarse. Una mujer que permanecerá viva mientras se mantenga en los recuerdos de quienes la conocieron, que sabrán percibir las señales de su existencia allá donde se encuentre.
Suerte y un abrazo, Isabel