2. Miau (Francisco Javier Igarreta)
Pese a lo reiterativo de su conducta, siempre me sorprende. Apostado en el descansillo de arriba, el gato de la vecina, que sin duda me controla, suelta un bufido. Me recuerda a “Brisa” la gata persa de la abuela Catalina. ¡Qué pareja tan enigmática! Encerradas en sí mismas vagaban por la casa, como buscando el latido de los ausentes. Procurábamos pasar de puntillas frente a su alcoba. A veces, poniendo la oreja en la puerta, oíamos lo que bullía en nuestras cabezas. En más de una ocasión, la gata nos sorprendió de esa guisa. Durante una de sus esporádicas ausencias se produjo el fatal decaimiento de la abuela. Tras su muerte, aumentó la agresividad de “Brisa”, desbordando la soterrada ailurofobia del abuelo, tan poco sentimental como proclive a salirse de madre. La gata desapareció sin dejar rastro. Meses después, hallándose en el umbral del sueño, el abuelo percibió un maullido lastimero. Su instintiva exclamación de sorpresa se acopló al fantasmagórico lamento en un dúo estremecedor. Subyugado por tan extraña armonía, él que nunca había creído en supercherías, fue incapaz de discernir qué voz había salido de su garganta. Desde entonces, unas veces ronca y otras ronronea.
Los gatos conviven con el hombre desde hace siglos, casi desde el principio de los tiempos. Son grata compañía para algunas personas, mientras que otras los ven como seres enigmáticos, a los que en el fondo temen, como el personaje del abuelo, que padece una fobia tipificada por la ciencia.
Cuando estos animales raramente se entregan del todo, cuando los egipcios los adoraban con una mezcla de temor y veneración, es que algo singular deben de tener. El fallecimiento de la abuela, la desaparición del minino, o los ronquidos transformados en maullidos de forma inconsciente, son sucesos que escapan al raciocinio y que, tal como los cuentas, parece que pudieran darse, contribuyendo a la leyenda, a que tras un simple maullido se esconda mucho misterio.
Un abrazo y suerte con este relato inquietante, Javier
Personalmente nunca he tenido un gato, pero he conocido varios pululando alrededor. Siempre me han dado un poco yuyu su mirada ambigua y sus indescifrables maullidos. Vamos, que nunca sé si van o vienen.
Muchas gracias por tu aportación, un abrazo y feliz verano.
Hola Javier, tu historia me ha gustado. Es original y curiosa. A mi modo de ver, le hubiera quitado lo de la vecina porque en vez de sumarle a tu historia, que es muy buena, le resta misterio y asombro.
Siempre a mi modo de ver, claro.
Ese abuelo ronroneante/roncante, debe ser todo un personaje.
Feliz tarde, Javier.
Sería pecar de ingrato negarle a la vecina el mérito en este relato. De todos modos acepto y agradezco tu punto de vista. Muchas gracias por tu comentario, un abrazo y feliz verano.